Aythya collaris en Lleida

Hago un pequeño paréntesis en la crónica de nuestro viaje a Finlandia y Noruega para relatar la visita que hicimos en fechas recientes a las cercanías de Alcarràs, en Lleida, para intentar ver una rareza que había sido detectada días atrás en la zona: el porrón de collar (Aythya collaris), o porrón acollarado.

Nos fuimos la ornitosecta al completo (Cristina, Dani y servidor) hacia las llanas tierras del ponent català la mañana del domingo 20 de diciembre del 2009. Bien localizado en un mapa vía satélite, el porrón de collar debería ser presa fácil para los ornitosectarios.

Tras recorrer juntos los más de 180 km que separan Barcelona de Lleida (previamente Cristina había venido en tren hasta Barcelona desde Hostalric) llegamos a nuestro destino hacia las once de la mañana.

Sin embargo y a pesar de llevar mapas y de ir bien informados nos costó un poco hallar la masa de agua concreta en la que nadaba nuestro querido bimbo.

A causa de ello y sin proponernoslo acabamos visitando primero una pequeña laguna cercana a la que nosotros buscábamos. Casi la totalidad de la superficie de esta laguna estaba totalmente helada, y sobre el hielo descansaban algunas cercetas comunes (Anas crecca). Tan solo una pequeña zona tenía aguas abiertas, y en ellas nadaban unas cuantas fochas (Fulica atra).

Cercetas comunes (Anas crecca) sobre el hielo.
El hielo daba testimonio de lo fría que habría sido la noche en aquel lugar, y puesto que esperábamos encontrarnos temperaturas muy bajas nos habíamos vestido adecuadamente. Pero la sorpresa fue la benigna climatología. A lo largo de toda la jornada nos iban a acompañar temperaturas suaves y un sol más propio de un marzo primaveral que de las últimas fechas del año.

Pero para acceder al punto que a nosotros más nos interesaba visitar debimos regresar al coche y retroceder unos pocos kilómetros. Nos desviamos hacia el noreste y aparcamos el vehículo conscientes ya de que estábamos, ahora sí, en el lugar adecuado.

Una pista sobrevolada por ratoneros comunes (Buteo buteo) nos encaminaba hacia las anátidas. Apareció ante nosotros una masa de agua de considerables dimensiones y en ella nadaban porrones comunes (Aythya ferina), patos cuchara (Anas clypeata), ánades reales (Anas platyrhynchos), y por supuesto el porrón de collar (Aythya collaris). Nada escapa a las garras de la ornitosecta. El premio extra fue un macho de porrón pardo (Aythya nyroca).

Macho de porrón de collar (Aythya collaris) durmiendo en el centro de la imagen, y macho de porrón pardo (Aythya nyroca) nadando a su izquierda.
El porrón de collar era un macho también. No fue muy complicado dar con él. Si uno se fija bien en los detalles que diferencian a una especie de otra se da cuenta de que realmente es sencillo identificarlo. La cola puntiaguda, el aspecto achaparrado cuando dormita, la medialuna vertical blanca en el flanco...



Porrón de collar (Aythya collaris)
Pasamos en aquel lugar todo el día. Aunque la intención inicial era estar solo parte de la mañana allí y desplazarse más tarde hasta algún otro lugar para ampliar el número de avistamientos y de especies, lo cierto es que no fue necesario. El número de aves de la zona fue lo suficientemente grande y variado como para mantenernos ocupados durante horas.

En las aguas pescaba por lo menos un martín pescador (Alcedo atthis), y de vez en cuando veíamos cormoranes (Phalacrocorax carbo), zampullines (Tachybaptus ruficollis), avefrías (Vanellus vanellus), chorlitos dorados (Pluvialis apricaria) y otras muchas especies que hicieron nuestras delicias.

Las rapaces también nos deleitaron con un auténtico festival, que por momentos recordaron a los mejores días de la migración: un grupo de diez buitres leonados (Gyps fulvus), varios cernícalos vulgares (Falco tinnunculus), un azor (Accipiter gentilis), muchos aguiluchos laguneros (Circus aeruginosus), los antes mencionados ratoneros, milanos reales (Milvus milvus) y finalmente un macho de aguilucho pálido (Circus cyaneus) colmaron nuestras espectativas en lo que a aves de presa se refiere. Incluso en algunos momentos varias de ellas coincidieron juntas sobrevolando los campos aledaños.

De hecho quizá uno de los momentos culminantes del día fueron aquellos minutos que dedicamos al sustento con unos cuantos bocadillos y algunas mandarinas: decidieron entonces aparecer los buitres, el azor, los cernícalos, los milanos reales, los aguiluchos laguneros y los ratoneros. Junto a ellos nos sobrevoló una cigüeña blanca (Ciconia ciconia) que al parecer había decidido no emigrar a África como sí habrán hecho la mayoría de sus congéneres.

La ornitosecta al completo: Cristina Prieto, Daniel González y Jordi Sala.
El colofón final a aquellos minutos memorables fue el grito de una grulla. Me puse en pie de un salto impulsado por ese resorte invisible que tenemos los naturalistas de campo y que se activa cuando salta la alarma en nuestro cerebro: alerta, especie interesante detectada.

En efecto, un total de dieciocho grullas (Grus grus) nos saludaron desde el cielo y completaron un día fascinante.


Grulla común (Grus grus)
Pero la insaciable ornitosecta necesitaba más. No teníamos suficiente con lo que habíamos visto hasta el momento, ni con los pájaros moscones (Remiz pendulinus) que revoloteaban entre el carrizo, ni con las cornejas (Corvus corone corone) que resplandecían negras bajo el sol, ni con los gritos porcinos de los rascones (Rallus aquaticus).

Cuando ya decidíamos marcharnos de aquel lugar cuatro veloces aves llamaron nuestra atención. Eran nada más ni nada menos que cuatro joyas vivientes, cuatro ejemplares de una de las aves más amenazadas de toda la región, la ganga común (Pterocles alchata). Es un animal precioso, pero por desgracia la introducción de la agricultura de regadío esta acabando con sus últimas poblaciones. Estas aves requieren de zonas esteparias para criar, y éste es posiblemente el ecosistema más amenazado de toda Europa.

Pasaron raudas junto a nosotros y las perdimos de vista tras unos cobertizos cercanos. Para nuestro pesar no pudimos relocalizarlas, aunque sí hallamos un alcaudón meridional (Lanius meridionalis), oímos una curruca rabilarga (Sylvia undata) y observamos algunas perdices (Alectoris rufa).

Aguilucho pálido (Circus cyaneus)
Alcaudón meridional (Lanius meridionalis)
El ascenso a un alto cercano nos regaló una hermosa vista de la puesta de sol en los llanos cerealistas de Lleida.
La falta de luz nos obligó a volver al vehículo para poner punto final a una jornada muy completa. El señor raposo (Vulpes vulpes) salió a nuestro paso para despedirse y nosotros hicimos lo propio, hasta nuestra siguiente visita.

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