Matrix

Voy a relatar una de las observaciones más raras de todas las que he realizado a lo largo de mi vida, tanto por la importancia de la cita como por las circunstancias en que se produjo.

El 19 de mayo de este año 2015 decidí acercarme a Can Dimoni, una zona protegida en el delta del Llobregat, con la esperanza de ver algunos cernícalos patirrojos que llevaban pululando por allí desde hacía unos días.

Tuve éxito. Llegué, vi algunas hembras y conseguí fotografiarlas, aunque estaban un poco lejos.

Pero no era esa la observación tan extraordinaria a la que hacía referencia antes. Ya llegaré.

Exploré un poco más la zona de Can Dimoni y descubrí dos cosas. La primera, que mi telescopio, que llevaba más de un año estropeado, se había arreglado solo. Hasta aquel momento un atasco en el giro del ocular me impedía ir más allá de los veinte aumentos. Sin embargo, mientras observaba un andarríos bastardo descubrí que la imagen era más grande de lo habitual. En efecto, sin saber cómo en aquel momento conseguí llegar hasta los sesenta sin problemas... aunque ahora tenía un atasco que me impedía bajar de los treinta. Pero eso era un mal menor (sigue siéndolo, ahí sigo, con mi ocular que actualmente se mueve entre treinta y sesenta).

Lo segundo que descubrí fue que no me encontraba bien. Me vino un malestar general y unas ganas de vomitar terribles. Me planteé seriamente volverme a casa... pero respiré, me tranquilicé... Me llevó un buen rato pero poco a poco fui encontrándome mejor. A pesar de estar un poco preocupado por mi repentino e inesperado mal estado, al final decidí quedarme y continuar con el recorrido que tenía en mente.

¿Cuál era el siguiente paso? Volví al coche y recorrí los diez o quince kilómetros que me separaban de la Reserva Natural de Cal Tet, adyacente a la desembocadura del río. Se trata de uno de los lugares que visito con más asiduidad, pero la presencia de los cernícalos patirrojos me había hecho decantarme por iniciar la jornada en Can Dimoni.

Ya en Cal Tet opté por empezar echando un vistazo al río Llobregat a su paso por la reserva. Excelente decisión. Hacia el norte se veía un grupo de gaviotas descansando en aguas someras. Enfoqué mi milagrosamente recién autoreparado telescopio hacia ellas y las contemplé por encima de los treinta aumentos de mi ocular, gozando como si estuviera estrenando uno nuevo. Los observadores de aves que lean esto me comprenderán: observar gaviotas con un ocular de veinte no es lo mismo que con uno de treinta o de cuarenta.

Algo me llamó la atención. Todo me era familiar, excepto un ave. Y entonces saltó la alarma de "las cosas que no encajan". El cartel de neón que se esconde dentro de mi cabeza con la leyenda "¡ATENCIÓN, ATENCIÓN, COSA CON PLUMAS NO IDENTIFICADA!" se puso a brillar con intensidad. Los sentidos se dispararon y mi respiración se detuvo.

Una gaviota algo más pequeña que las abundantes patiamarillas que la rodeaban deambulaba como si no supiera muy bien qué hacer o con quién hablar. Era prácticamente blanca y con pico bicolor. No soy para nada un "gaviotólogo", un experto en gaviotas, pero el caso es que me dije...

- Yo diría que eso es una polar...

¿Qué hacer? ¿A quién acudir? Tomé algunas fotos, observé bien al ave, la estudié, miré mi guía... no parecía haber dudas en absoluto, pero la rareza de la observación y mi falta de experiencia con aquella especie me hizo dudar. Me acerqué al centro de información de la Reserva, distante tan solo unos cien metros, y pregunté por Ferran López, el "ornitólogo del delta del Llobregat", pero estaba fuera.

Como no tenía su teléfono decidí enviarle un mensaje a su cuenta de Facebook desde mi móvil. Le dije que tenía una posible glaucoides pero que me gustaría tener una segunda opinión. Le mandé algunas fotos y le di la ubicación.

Ferran acudió veloz, pero no me encontró allí porque yo me había cansado (sí, me cansé...) de mirar la gaviota. Quería ver más cosas y alargar la lista de especies. Así que fui paseando tranquilamente, casi bailando, hasta la desembocadura del río. Disfruté de algunas garcillas cangrejeras y de algunas garzas imperiales. Subí al mirador de la playa y al cabo de un rato bajé para iniciar el camino de regreso. Entonces recibí el mensaje de Ferran confirmando la identificación, y de paso anunciándome que se trataba de la primera cita para el delta del Llobregat (y la segunda para Catalunya).


Gaviota polar - gavinot polar - Larus glaucoides





La voz corrió. Varios ornitólogos pasaron aquel día por allí, pero era un martes laboral, y eso impidió desplazamientos a muchas personas. Al día siguiente el ave ya no estaba.

¿Y qué hacía yo un martes por la mañana viendo pájaros? Los martes los dedico a hacer visitas a mis clientes, y a veces queda un rato libre para hacer una pequeña escapada.

Muchas cosas habían estado en mi contra aquella mañana: la salud, el telescopio, el trabajo... estuve a punto de no ir a Cal Tet, pero milagrosamente todos los problemas desaparecieron para concederme el descubrimiento de una gran rareza, algo con lo que soñamos muchos ornitólogos. No se trata de búsqueda de fama, si no de algo mucho más íntimo. Cuando llevas muchos años viendo aves cada vez quedan menos especies que bimbar. Muchas veces las que faltan por ver son, por supuesto, rarezas. La sensación de sorpresa cuando encuentras una tú mismo es inmensa, como si te hicieran un regalo maravilloso por tu cumpleaños cuando ni siquiera recordabas que era aquel día. Encontrar una rareza es algo muy reconfortante, pero encontrar una rareza que además es bimbo, que se deja fotografiar (y además primera cita para el lugar) roza lo sublime. Una vez más los ornitólogos me entenderán.

La historia termina con una anécdota bastante sorprendente. Aquella mañana no me crucé en ningún momento en persona con Ferran. Pero sí nos topamos casualmente una semana después, en el mismo lugar. Pude agradecerle en persona su ayuda con la confirmación de la cita. Aproveché para preguntarle si el delta del Llobregat era todavía el lugar con la mayor lista de especies de Catalunya (bastantes más de trescientas). Me contestó que no hacía mucho tiempo se hizo una muy rigurosa revisión de las citas, dejando fuera las dudosas, o aquellas con tan solo un observador y sin fotografías. Habían quedado fuera de la lista aves como por ejemplo un abejaruco persa (Merops persicus) observado en 1989 por Ricard Gutiérrez.

La gaviota polar era la especie número 339 observada en el delta del Llobregat (pocos días antes, el 14 de mayo, un ornitólogo llamado Stephen Christopher había encontrado un andarríos maculado en la desembocadura del Remolar, la especie número 338).

Nos deseamos buena suerte y nos despedimos.

La semana posterior a aquella charla con Ferran apareció un abejaruco persa (con fotos) en el delta del Llobregat, veintiséis años después del ejemplar que vio el bueno de Ricard. La especie volvía a estar "aceptada" y se convertía en la número 340.

Grandes casualidades... a veces tengo la sensación de que alguien juega con nosotros y de que realmente estamos viviendo en Matrix.

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