Israel: 26-03-2022, alondra ibis, terrera colinegra, collalba de Finsch y "finsch" de viaje. Y de paso, fin del blog.

Hace ya bastante tiempo que tomé la decisión de cerrar este blog y dedicar mi tiempo y energías a otros proyectos, pero no puedo cerrarlo sin al menos resumir la última jornada en Israel.

En efecto, el viaje terminaba, íbamos a pasar nuestro último día pajareando. Debo anotar que Mustapha, que me había acompañado durante días, seguía en mi cabeza y que no podía desembarazarme de él. Sin embargo, mientras observaba aves mi cerebro desconectaba totalmente, y por supuesto, eso es lo que hicimos también aquel 26 de marzo del año 2022.

Recogimos nuestras cosas y abandonamos el hotel. Tomamos el último desayuno en Eilat y pusimos rumbo al norte. La primera parada, a las 7:15 de la mañana la hicimos en el kilómetro 94 de la carretera, en la localidad marcada en la plataforma eBird con el bonito nombre de:

Arava Valley--KM 94 (Southern Wadi Hemda) (Restricted Access Firing Zone)

Ferran nos informó que estábamos en el límite de terrenos que se usaban para prácticas de tiro. Un vehículo volcado en medio del desierto a aproximadamente un kilómetro de distancia parecía apoyar sus palabras.

Habíamos parado en aquel lugar porque le habían dicho a Ferran que se había observado una alondra de Dunn, Eremalauda dunni, especie que era bimbo para él (y para mí, claro está). No hubo suerte con ella, pero yo me llevé a la saca otras dos aves nuevas, una de las cuales me hizo mucha ilusión, la alondra ibis, Alaemon alaudipes (bimbo número 61). La otra especie fue la terrera colinegra (bimbo número 62), Ammomanes cinctura, de la cual no hay fotos. También pudimos oír gangas moteadas, Pterocles senegallus, pero sin llegar a verlas, y observar terreras saharianas y comunes, currucas zarcerilla y enana, y collalbas isabel, desértica y gris.

Alondra ibis, Alaemon alaudipes, bimbo número 61.


Nuestra siguiente parada fue la Reserva Natural Nahal sheizaf. Nada más llegar y sin apearnos de los vehículos, vimos a lo lejos un posible lobo, pero las fotos tomadas no sirven para esclarecer la identificación:


Nuestra intención era realizar un nuevo intento de observar la curruca árabe, Curruca leucomelaena, pero tampoco en esta ocasión tuve suerte y el ave no apareció a pesar de todos mis esfuerzos: sabedor de que la estrategia a seguir era confiar en el olfato ornítico de Ferran, no me separé de él, ni tan siquiera cuando la temperatura empezó a subir ostensiblemente y decidí que tenía que quitarme ropa de encima (a primera hora hacía frío) si no quería asarme como un pollo.

Así que mientras caminaba por el desierto tras Ferran me fui desabrochando prendas y quitándome chaqueta, jersey y otras prendas mientras alternaba con el cuelgue y descuelgue de la mochila en mi espalda, a fin de tener a ratos las manos libres para operar y a ratos la mochila frente a mí para guardar la ropa que se iba desprendiendo de mi cuerpo. Todo sin dejar de dar un paso tras de otro para no perder a Ferran, que marchaba a buen ritmo.

Sudé mucho con el esfuerzo y trabajé duro, pero al final lo conseguí. Me quedé en ropa de verano y lo agradecí. El caminar aireado me dio fuerzas renovadas y una gran satisfacción, aunque no currucas árabes.





Las especies observadas fueron, entre otras, la perdiz desértica, Ammoperdix heyi, un macho de aguilucho papialbo, abejarucos, prinias desérticas, curruca mirlona oriental, suimanga...

Terrera sahariana, Ammomanes deserti.

Abejaruco esmeralda árabe, Merops cyanophrys.


Seguimos rumbo norte y paramos para comer en una gasolinera, donde pudimos disfrutar a muy corta distancia de los confiados (y hambrientos) minás comunes, Acridotheres tristis.


Más tarde llegamos a Dalit, donde pudimos ver el calamón africano, Porphyrio madagascariensis, el bimbo número 63 de mi lista particular. Se había hecho de rogar, pero finalmente apareció. Pudimos observar también lavandera cetrina.

Lavandera cetrina, Motacilla citreola.


La siguiente parada de aquel día frenética fue Heimar, la pequeña zona húmeda en la que los rezagados pudieron por fin ver el gorrión del Mar Muerto que aún tenían pendiente. Por mi parte disfruté con un carricero estentóreo, Acrocephalus stentoreus, que decidió darme un concierto particular y en primera fila.

Nuestros últimos intentos de ver aves se realizaron en Har amasha, las montañas de Amasa. Los objetivos eran el bisbita piquilargo, Anthus similis, (sin éxito) y la collalba de Finsch, de la cual vimos varios ejemplares que supuso el bimbo número 64 y último de aquel maravilloso viaje. Qué puedo decir. Sumar tal número de especies nuevas en tan pocos días y a una distancia relativamente corta de la península ibérica suponía superar con creces mis expectativas.

Collalba de Finsch, Oenanthe finschii, bimbo número 64 y último.

Otras aves que observamos fueron alcaudón norteño, curruca de Rüppell, roquero solitario, escribano ceniciento, ratonero de estepa...

Zorro y señora, ajenos el uno al otro.

Busardo ratonero de estepa, Buteo buteo vulpinus.


Roquero solitario, Monticola solitarius.



Rebaño de dromedarios.




No he faltado a mi cita con el blog. Si empiezo algo, lo termino. Decidí narrar el viaje a Israel y aquí termina aquella historia. Fuimos hasta el aeropuerto de Tel Aviv y de allí volamos a Turquí, donde pasamos la noche. El hilo musical nos torturó repitiendo una infinidad de veces lo que supusimos que era un éxito local.




Dormimos a ratos. Finalmente embarcamos y volamos hasta Barcelona. En mi mente estaba la promesa de un próximo viaje, que finalmente resultó ser a Polonia, y que aconteció dos años después, en el actual 2024.

Pero esto, amigos, es otra historia, una historia que no voy a contar.

Han sido quince años de narraciones que me han proporcionado diversión y al tiempo un archivo consultable, pero como dije al principio de esta entrada, necesito concentrar mis energías y mi escaso tiempo en nuevos proyectos, los cuales no tengo dudas de que llevaré a cabo, ya que pienso vivir cien años.

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