Sigo siendo amigo de un verdecillo.

Hace unos meses escribí que me había hecho amigo de un verdecillo:


Aquella entrada decía básicamente que en marzo del año pasado cayó una gran nevada en Barcelona, y que a última hora de la tarde, ya de noche, hallé un verdecillo (Serinus serinus) que estaba a punto de dar con sus huesos en la tumba. Le llegaba el fin a sus días en la Tierra. Pero pude recogerlo y ponerlo a salvo, y liberarlo la mañana siguiente, cuando el sol ya brillaba en un cielo azul premonitorio de la primavera que se aproximaba.

Esto era al mediodía. Horas después hallé al ave.
Al día siguiente: algunos restos de nieve, pero nada que ver con la jornada anterior.
También escribí entonces que el 23 de julio un pequeño pájaro se posó cerca de mí en el mismo balcón en el que yo había liberado a aquella ave tres meses y medio antes. Era un verdecillo. Yo ni siquiera sé leer los labios de los seres humanos, pero sin embargo diría que pude sentir el agradecimiento en la mirada del animal.

Quién me iba a decir a mí que la decisión de recoger a aquel pequeño pajarillo el día de la nevada me iba a reportar algunos de los momentos más maravillosos y reconfortantes de mi vida.

Hace aproximadamente una hora estaba yo leyendo La isla del tesoro de R. L. Stevenson en la tumbona que tengo en el balcón. Es ya primavera y el cielo es tan azul y hermoso como lo fue el año pasado. Unos silbidos cercanos pero apenas audibles me han llamado la atención, alejándome del peligro de los piratas que me rodeaban en aquella isla perdida en los océanos.

Ahí estaba mi amigo. El macho de verdecillo piaba débilmente a dos metros escasos de mí, posado en el tendedero. Durante un cuarto de hora me ha mirado, ha vigilado mis movimientos, mi brazo extendido (del cual ha hecho caso omiso), ha escuchado mis chasqueos con los labios y ha disfrutado de mi bobalicona sonrisa, sin dejar de piar. Hasta que ha alzado el vuelo al tiempo que iniciaba una explosión de cantos.

Tengo motivos para creer que se trata del mismo pájaro. Me parece increíble que un año después me recuerde, pero no tengo duda de que así es.

Iba a publicar hoy la siguiente parte de la crónica del viaje a Tenerife e Islas Salvajes, pero no me ha quedado más remedio que cambiar los planes. Tenía que anunciar a bombo y platillo que me siento un privilegiado por seguir siendo amigo de un verdecillo.

PD: dedico esta entrada a Marga por su cumpleaños, ya que tanto le gustó el primer relato. Besos guapa.

Comentarios

  1. Gracias, Jordi.

    A mi también me gusta creer que sea el mismo bichillo y que haya superado otro largo y frío invierno.

    Un beso,
    Marga

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  2. Vaya alegría más sana.....momentos mágicos amigo Jordi.
    Mikel.

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