Tarifa 2011, primera parte.

En septiembre del año 2011 se cumplió por triplicado uno de nuestros sueños. Y digo por triplicado porque éramos tres, Daniel González, Joan Grajera y el que escribe estas líneas, los que viajamos a Tarifa para extasiarnos con uno de los más impresionantes espectáculos que la naturaleza nos puede brindar: la migración masiva de las aves a través del estrecho de Gibraltar.

Un servidor escribe estas palabras encerrado en una habitación de un edificio de la ciudad de Barcelona, pero el espíritu de este humilde cronista se halla en estos momentos en aquel lugar, reviviendo los inolvidables días que pasamos bajo un cielo poblado de cientos de águilas culebreras, alimoches, halcones abejeros, cigüeñas negras y blancas, y otros muchos dioses del cielo.

Nos desplazamos en primer lugar Joan y yo el 15 de septiembre, con coche desde Barcelona hasta nuestro destino, tardando casi un día entero, por supuesto con algunas paradas incluidas para disfrutar del tapeo andaluz, o del vuelo de algún que otro buitre leonado. Por motivos laborales, Dani llegaría en avión veinticuatro horas después.

Pero antes de llegar al punto en que nos reunimos los tres, debo relatar primero como nos fue a Joan y a mí ese primer día por aquellas tierras sureñas.

Como decía, tras atravesar la península ibérica por levante llegamos de noche a nuestro albergue. Una frugal cena y un merecido descanso fue el preludio a una titánica jornada cuyos resultados iban a ser tan impresionantes como inesperados para nosotros.

Nuestro alojamiento estaba a unos pocos kilómetros de Tarifa. Hacía allí fuimos por la mañana (ya 16 de septiembre) con nuestro coche, pero no llegamos al destino: poco antes ya tuvimos que detenernos porque el cielo había sido tomado por las aves.

  Halcón abejero / Abejero europeo (Pernis apivorus) con un ala dañada.


 Halcón abejero / Abejero europeo (Pernis apivorus)



Paramos a un lado de la carretera para poder echar un vistazo. Halcones abejeros y águilas calzadas (lo siento, me niego a llamarla aguililla) nos sobrevolaban y sorteaban peligrosamente los enormes molinos de viento. Plantamos los telescopios. Iba a mirar a través del mío cuando le dije a Joan:

- A ver cuál es la primera especie que se me cruza por el telescopio. ¡Así, al azar, sin buscar!

Bueno, bueno, bueno... ¿Cómo describir la sensación de incredulidad que se le quedó a uno cuando arrimó la pupila a la lente y vio cruzar frente a él a un bando de cigüeñas negras? En efecto, esa fue la primera especie que vi a través de mi catalejo.

Cigüeñas negras (Ciconia nigra)



Cigüeñas negras (Ciconia nigra)



Estupefacto todavía, disfruté junto a Joan de la exhibición y nos deleitamos con el desfile de las aves: sorprendimos a un grupo de milanos negros descansando en unas rocas, vimos a buitres leonados ascendiendo lentamente entre las corrientes térmicas, a gran cantidad de águilas culebreras, alimoches, cigüeñas blancas...

Descubrimos que podíamos mejorar nuestra perspectiva cruzando la carretera: en efecto, al otro lado había una gran congregación de ornitólogos unos metros más elevados que nosotros. Decidimos unirnos a ellos. Desde aquella nueva ubicación el espectáculo fue aún mayor, puesto que se observaba también la costa a nuestras espaldas (las miradas se dirigían hacia el norte, lugar de procedencia de la mayoría de las aves).

Águila culebrera (Circaetus gallicus), ejemplar extremadamente blanco.


Águila culebrera (Circaetus gallicus)



Águila culebrera (Circaetus gallicus)



¿Era aquello normal? En Catalunya nosotros contemplábamos también todos los años el fenómeno de la migración de las aves, pero nuestros números no eran equiparables a estos en absoluto. ¿Cómo imaginar la sensación de toparse con un tornado viviente, un embudo gigante, de lento giro, compuesto por cientos y cientos de cigüeñas? Con qué humildad afrontamos Joan y yo la cruda realidad: nuestras observaciones en Catalunya eran irrisorias ante la magnitud del fenómeno del cual éramos privilegiados testigos. Esto era realmente la migración. Esto era lo que esperábamos ver año tras año y nunca acontecía. Esto era Tarifa.


Porque, aunque habíamos leído sobre el estrecho, aunque habíamos oído hablar a grandes naturalistas sobre lo impresionante que era el paso de las aves de Europa a África en la migración otoñal, a pesar de haber visto documentales y ser conocedores de la riqueza ornitológica del lugar... ni en nuestros más espléndidos sueños ni Joan ni yo habíamos sido capaces de imaginar aquella maravilla sin igual.

Aguilucho cenizo (Circus pygargus)


Águila calzada (Aquila pennata)


Águila calzada (Aquila pennata)



El sol aplastaba nuestras cabezas. El calor era tremendo. Pero apenas nos percatamos de ello. Las horas pasaron a una velocidad sorprendente: la aceleración del tiempo se produjo de manera proporcional al aumento de la emoción ornitológica. Los números se dispararon: ya no llegaban muchas águilas culebreras, muchos halcones abejeros, muchos buitres leonados, muchos milanos... ahora llegaban literalmente cientos.

 Bando de águilas culebreras (Circaetus gallicus)

 
 Alimoche (Neophron percnopterus)






Cigüeñas blancas (Ciconia ciconia)





Mi cámara de fotos echaba humo, y no sabía a dónde dirigirla. Así que me dediqué a hacerlo todo al mismo tiempo, que de todas maneras, suele ser lo habitual: observar por los prismáticos, por el telescopio y fotografiar. Hasta que algo me llamó la atención de manera especial.

Lejos a nuestra izquierda, hacia el oeste, un ave sobrevolaba Tarifa. Era un buitre, y me pareció algo diferente a los leonados... quizá era más oscuro, o quizá no. Se movía con unas cigüeñas, y poco a poco se fue aproximando a nuestra posición. Fue complicado no perderlo de vista con un ojo mientras con el otro vigilaba el resto de aves, con la dificultad añadida de estar a punto de ahogarme en mis propias babas, pero al final conseguí no volverme estrábico. Tampoco me ahogué.

El grito de guerra fue inconfundible.

- ¡Ruppell! -gritó alguien.

Allí estaba, la que posiblemente era el ave estrella de Tarifa: el buitre de Ruppell (Gyps rueppellii). Se trata de un buitre africano, rareza todavía en la península ibérica, del que hasta hace muy pocos años se dudaba todavía de su presencia. Pero que por fin se ha vuelto regular en Tarifa, aunque con muy pocos ejemplares. De hecho, éste fue a la par el único ejemplar que íbamos a poder contemplar durante toda nuestra estancia.

Buitre de Ruppell (Gyps rueppellii)






Nos dieron las dos de la tarde. Dejo aquí de momento la crónica de aquel día. La continuaré en breve, y relataré entre otras cosas la sorpresa que nos llevamos cuando nos dijeron que habíamos vivido una de las mejores jornadas de la migración, algo un poco excepcional. Al final iba a resultar que Tarifa no era siempre así... y que simplemente habíamos tenido una suerte inmensa. Pero yo siempre tengo suerte cuando salgo a ver aves.

Lista de rapaces observadas hasta las 14.00h.:
Alimoche (Neophron percnopterus)
Buitre de Ruppell (Gyps rueppellii)
Buitre leonado (Gyps fulvus)
Águila culebrera (Circaetus gallicus)
Águila calzada (Aquila pennata)
Águila pescadora (Pandion haliaetus)
Gavilán (Accipiter nisus)
Halcón peregrino (Falco peregrinus)
Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus)
Aguilucho cenizo (Circus pygargus)
Aguilucho lagunero (Circus aeruginosus)
Halcón abejero (Pernis apivorus)
Milano negro (Milvus migrans)
Milano real (Milvus milvus)

Otras aves no rapaces:
Cigüeña negra (Ciconia nigra)
Cigüeña blanca (Ciconia ciconia)
Golondrina daurica (Hirundo daurica)

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