Fantasmas en la noche

Es la noche del 27 al 28 de junio de este año 2015. Quique Carballal y yo hemos planeado una salida nocturna por las estepas de Lleida. El objetivo, observar una de las aves más extrañas de nuestra fauna: el chotacabras pardo (Caprimulgus ruficollis).

Existen dos especies de chotacabras en nuestro país, el pardo y el gris. Son aves nocturnas, de ojos y boca enormes, con cantos extraños: un zumbido interminable el del gris, unas explosiones rítmicas el del pardo, que suenan como "Potoc-potoc-potoc" o como "siboc-siboc-siboc", onomatopeya que da origen a su nombre en catalán: siboc.

Ambas especies son muy miméticas: una vez posadas en suelo es muy difícil descubrirlas si hay hojarasca alrededor. Tanto confían en su camuflaje que si una persona se aproxima son capaces de permanecer sin moverse hasta tenerla a una distancia realmente alarmante.

Quique y yo hemos pasado la tarde en el Estany d'Ivars, una zona húmeda de importancia internacional situada en la comarca del Pla d'Urgell, en Lleida. Buscábamos aves mientras esperábamos a que anocheciera y pudiéramos dedicarnos a la búsqueda del chotacabras.

Garza imperial - Agró roig  - Ardea purpurea


Es cierto que hemos visto allí numerosas aves acuáticas. Y no es menos cierto que al día siguiente recorreremos buena parte de las planicies lleidatanes para engordar una hermosa lista de las más variopintas especies. Pero en realidad esta jornada va a estar marcada por los fantasmas. Es la noche de los fantasmas en Lleida.

La sensación de desenvolverse en la oscuridad, de sentirse al tiempo un intruso pero también partícipe, de observar seres que se mueven al amparo de la noche, la oportunidad de escuchar al viento en su más pura expresión, sin motores ni ruidos de origen humano que lo contaminen... El regalo tremendo que es para el espíritu la contemplación de cosas maravillosas como son los planetas lejanos... Todo ello solo puede ocurrir en un mundo mágico poblado por fantasmas.

Por eso me salto la narración sobre las aves de Ivars. Teletransportémonos hasta unos terrenos de cultivo sumidos en el más absoluto silencio. Luces lejanas indican que hay más humanos en el mundo, pero al menos no por los alrededores. La búsqueda del chotacabras pardo es todo un éxito: este misterioso animal se muestra ante nosotros, tanto en vuelo como posado, en varias ocasiones a lo largo de la noche. Tiene un aspecto casi de otro mundo: una boca enorme, oculta bajo una gran cabeza, parece robada de algún animal distinto. Pero no es así, pertenece al chotacabras.

¿Dije que un absoluto silencio nos envolvía? Falso. Se oían grillos y alcaravanes. El alcaraván es un ave que recuerda un poco al correcaminos de los dibujos animados. Sus grandes ojos delatan sus costumbres nocturnas. Su canto es un sonido irremediablemente ligado a la noche de los secanos. Por doquier se escuchan sus estridentes gritos, y de vez en cuando aparece de la nada algún ejemplar, ora correteando frente a los focos del coche, ora deteniéndose y quedándose inmóvil, no se sabe si para observarnos y estudiarnos o si para pasar desapercibido. Puede que ambas cosas.

Sus movimientos, su velocidad, y sobre todo la falta de luz hacen casi imposible conseguir una foto nocturna decente de este animal. Pero Quique sí consiguió filmarlo.

Alcaraván - Torlit - Burhinus oedicnemus


Pero volvamos al chotacabras. Tumbado en el camino cual piedra abandonada, lo descubrimos con el coche muchos metros antes de llegar hasta él gracias al rojo reflejo de sus ojos. En efecto, antes de contemplar al ave puede apreciarse a distancia un rubí brillante destellando en la oscuridad. Es el momento de parar el coche y de iniciar la aproximación con lentitud.

No hay gran peligro de que el ave se vaya. Como he dicho antes, confía a ciegas en su mimetismo. Cree que no le hemos visto. Va a quedarse quieta por mucho que nos aproximemos... hasta que decida que quizá sí somos una amenaza.

Quique y yo descendemos del vehículo. Sin mediar palabra pero cruzando miradas nos apostamos cada uno a un lado del camino. El siboc está frente a nosotros, a unos veinte metros de distancia. El alcaraván aún grita a lo lejos. Algún mochuelo maúlla en campos aledaños. Se adivinan en el horizonte luces de una extraña civilización que aparece muy lejana en nuestros pensamientos. Como dos abnegados penitentes nos arrodillamos en el suelo y avanzamos lentamente así en dirección a nuestro objetivo.

Chotacabras pardo - Siboc - Caprimulgus ruficollis


Nos lastimamos las piernas con las piedras del suelo, pero así y todo no nos quejamos. Es difícil arrastrarse con una cámara fotográfica en la mano: intentas a un tiempo evitar hacer ruido y que la óptica no se golpee ni se ensucie. El chotacabras sigue allí. Quince metros, catorce... Diez metros. Ya no estamos a cuatro patas: nos tumbamos en el suelo y avanzamos arrastrándonos, como un felino aproximándose a su presa.





Increíblemente, a pesar de nuestra torpeza por intentar movernos con los codos (la cámara sigue en alto) no se asusta el fantasma. Llegamos hasta él. ¿Dónde está el límite? Lo fotografiamos y contemplamos su raro aspecto, lleno de belleza. Han pasado muchos minutos y estamos muy fatigados. Metros atrás el coche permanece con las puertas abiertas, la llave puesta y los focos encendidos para facilitarnos el trabajo. Por la cabeza trabajaría terriblemente la imaginación trayéndonos el miedo a los hombres, si no fuera porque nuestra concentración es absoluta: el chotacabras nos tiene hipnotizados.


Nos damos un descanso: decidimos sentarnos. Sigue allí. Nos convertimos en un curioso trío: tres seres, dos de una especie y el tercero de otra, sentados en círculo, debatiendo en silencio. Aunque el ave no conoce el tema de conversación: es él.

Pienso en una reunión nocturna de los indios de norteamérica alrededor de una hoguera, en comunión con la naturaleza de la que forman parte. No sé si fue así o si quizá he visto demasiadas películas. Nosotros no tenemos hoguera, pero sin duda Quique y yo nos sentimos privilegiados. Acabamos de establecer un enlace con la naturaleza. La magia de la noche lo ha permitido y ese ser mitológico que nos acompaña se convierte en nuestro tótem. Sin embargo, el chotacabras sigue sin conocer la admiración que sentimos por él.

Quique y el chotacabras.


Finalmente nuestro amigo se cansa de nosotros. Alza el vuelo y se pierde en la oscuridad. Miramos al suelo y es como si nunca hubiera estado allí. Pero la magia sigue. Los fantasmas existen, y aún tendremos oportunidad de contemplar unos cuantos más en nuestro periplo.




También hay lechuzas. Sus blancas y silenciosas alas son el terror de los ratones y topillos. Su espeluznante voz nos habría puesto la piel de gallina si fuéramos unos ignorantes y desconociéramos su procedencia. Quien ha oído gritar a la lechuza sabe de qué hablo. Sus gemidos y chirridos producen espanto a los profanos. Les recuerdan a almas perdidas, a muerte, a gritos de condenados. Pero no son nada de eso. Son solo la voz de una esplendida rapaz nocturna. El mito y la persecución ha acompañado a la lechuza común durante siglos. Injustamente se la acusaba, por ejemplo, de beberse el aceite de las iglesias. También se la ha ligado a supersticiones varias, incluida la brujería. Pero de todo ello este animal no tiene ninguna culpa.

Podemos acusarla de ser bella. Sus plumas especiales, como la de todas las rapaces nocturnas, permiten un vuelo silencioso. Los batidos insonoros de sus alas nos animan a sentir por ella la devoción que sentimos también por el chotacabras.

En las estepas de Lleida es aún relativamente sencillo observar lechuzas, pero han desaparecido de muchos lugares.

Tan bien acompañados como estamos, indico a Quique aún un nuevo invitado en la fiesta. Está muy lejos, pero para él las distancias no significan nada. Es el planeta Saturno. Danza en el cielo con su anillo para nosotros, a través de nuestros telescopios. Quique está tan agradecido como sorprendido. Se trata de un bimbo cósmico para él.

Puesto que he hablado de cosas tales como la teletransportación, el espacio, espíritus, tótems... me permitirá el lector que haga uso ahora del salto en el tiempo. En la tarde del día siguiente nos topamos con el rey de los fantasmas, pero éste descansa horas antes del atardecer. Así y todo, su magnificencia es patente incluso a plena luz del día.

Hace mucho calor. Nada que ver con la agradable temperatura de la noche anterior. Sudando, cansados, con fuerzas mermadas, detenemos el coche. Buscámos collalbas, pero cuando me giro prismáticos en mano lo que veo son unos enormes círculos naranjas. Pertenecen a la faz del búho real.

Búho real - Duc - Bubo bubo


Este superdepredador es el búho más grande que existe, y es el rey absoluto de la noche. Su voz potente, sus garras afiladas, aquellos enormes ojos color fuego, su ceño de enfado, su enorme porte, lo convierten en una de las joyas más preciadas de nuestra fauna. Decir que el búho real consigue que la jornada más insípida cobre sentido para cualquier naturalista de campo es quedarse corto. Es algo más. Es una de las especies más míticas para los ornitólogos. Nunca uno puede cansarse de contemplar a esta maravilla de la evolución.

Macho y hembra de búho real, fotos de Quique Carballal




Frente a la mirilla de nuestros telescopios el búho real se dedica a sus quehaceres: acicalándose las plumas, moviendo el buche, se prepara poco a poco para las horas frescas del día, las suyas, las de la noche. Cuando la luz caiga se alzará el terror entre los habitantes de los páramos. Él manda en la noche, y por eso es el rey de los fantasmas.


No puedo terminar esta entrada sin dejar de recomendar una vez más el blog de Quique. Él es un maestro, en muchos sentidos, incluido el literal. Y tanto divulga el amor a la naturaleza a sus alumnos en los colegios como a los adultos a través de internet:
http://ausalbarcelons.blogspot.com.es/

La culebrera (Circaetus gallicus) es otra de las aves de las que pudimos disfrutar aquel domingo.


Comentarios

  1. Impresionantes las fotos!!!
    Se echa en falta alguna de Saturno con el telescopio, buaaaa buaaaa

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  2. Gracias Carlos. Te juro que lo intentamos de todas las maneras pero fue imposible. Salieron todas movidas.

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