Brasil 2017, tercera parte: Crissiumal y las decisiones acertadas

El super maravilloso chachi plan que había maquinado no era otro que éste: como dormía en el sofá de la sala podía despertarme antes que los demás y echar un vistazo desde el balcón.

Pero para mi fastidio seguía lloviendo, aunque ahora sin rayos ni truenos. Simplemente llovía. No me desanimé y busqué el punto más adecuado para mirar sin que me viera la gente de la calle. Resulta que unas cuantas personas estaban paradas justo en la acera de enfrente: hacían cola esperando a que abriera un ambulatorio que teníamos delante. Seguramente era el único punto en todo Crissiumal donde había gente parada en la calle a aquellas horas de la mañana. Y tenía que ser precisamente frente al balcón donde un tío con prismáticos y cámara de fotos observaba el mundo de manera sospechosa.

Me quedé tras el cristal por más motivos, no solo para no ser visto. También quería evitar que el ruido de fuera entrara en la sala y despertara a mis amigos, y que tampoco lo hiciera el frío ni el viento, ni por supuesto el agua. Cabía la posibilidad de que pisara el suelo mojado y lo ensuciara todo con mis pies. Intenté ser lo más cuidadoso posible con todos y no me moví de allí.

Con los minutos aparecieron las aves, entre otras: andorinha pequena de casa, bem te vi, pomba de bando, sabiá poca... y pude confirmar una especie que había quedado un poco en el limbo el día anterior: ¡el urubu de cabeça vermelha! Se trataba de aves comunes, pero, desconocidas como lo habían sido para mí hasta aquel viaje, las disfruté como un enano.

Urubu de cabeça vermelha, Cathartes aura.


Andorinha pequena de casa, Pygochelidon cyanoleuca.



Era 13 de agosto. Se levantaron los demás y Pili intentó realizar una sesión fotográfica de grupo, con los cinco sentados en el sofá. Sin embargo no fue capaz de configurar correctamente el disparo retardado de su móvil y lo único que logró fue una curiosa serie de imágenes de su trasero eclipsando a los cuatro que la esperábamos sentados. Después consiguió fotografiar su espalda. Su cuerpo borroso. Una aparación fantasmagórica. Otro trasero más... Finalmente, tras muchos intentos, lo logró. Los cinco pudimos lucir nuestras caras de recién despertados posando en pijama sentados en el sofá. Por respeto voy a omitir estas fotos.

El plan de la mañana era ir a visitar el Parque Estadual do Turvo (¡bieeeeeen!) pero el plan se fue al traste debido a las lluvias (¡maaaaaal!). Una auténtica pena porque el lugar prometía. Decidimos en cambio dar un paseo por Crissiumal con el coche pero con algo más de calma que el día anterior. Pudimos ver así el pueblo a la luz del día: calles anchas y casas bajitas.

Disfruté de quero queros y otras aves que fui viendo a través de la ventanilla. Fui tomando nota mental de sitios que podría visitar dando un paseo si conseguía escaparme unos minutos. Sin embargo más tarde pensé que yendo a pie me perdería: demasiadas vueltas y vueltas. Hicimos algunas paradas para ver alguna casa peculiar, castillo incluido, pero no me aportaron otra cosa que zenaidas y más quero queros. Ya no llovía.

Alguien se había construido un castillo.


Joven de pomba de bando, Zenaida auriculata.



Era el Día del Padre en Brasil y fuimos a celebrarlo con el padre de Henrique, Dáreo, un hombre encantador. Comimos con él en un buffet libre. Me hinché de nuevo de carne, fruta y algún que otro postre. Tras llenar los estómagos decidimos regresar de nuevo al apartamento y allí llegó uno de los momentos claves del día y del viaje. Del día por lo que ocurrió después ornitológicamente hablando. Del viaje porque fue aquel momento el que me marcó el camino a seguir en los días posteriores, el modus operandi más adecuado dadas las circunstancias.

Así lucía Crissiumal desde el balcón.



Resulta que se me ocurrió preguntar qué íbamos a hacer a continuación.

- Pues ahora tenemos un par de horas muertas. Estaremos en casa hasta las cuatro y luego iremos a visitar a Talvani y su mujer, unos amigos -dijo Óscar.

Se me iluminaron los ojitos. Y no porque fuera a conocer a Talvani y a su señora, ya que no sabía quienes eran (más tarde en casa de ellos comprendí que había llegado a un mundo lleno de gente extremadamente hospitalaria). No, mi mirada brillaba con chirivitas porque me ilusioné con una posibilidad.

- Si no os sabe mal... ¿os importa si me escapo un rato para dar un paseo por aquí cerca a ver si veo algo? Prometo ser puntualísimo y no haceros esperar.

No sabía si sería una buena idea o no. Ni quería parecer irrespetuoso con mis compañeros de viaje que tan amablemente me habían acogido (¿sería de mala educación abandonarlos un par de horas?), ni tampoco estaba muy convencido de si sería seguro pasear por las calles de Crissiumal con prismáticos y una cámara de fotos colgando del cuello.

Quizá no viera nada interesante, tal vez solo aparecieran las mismas aves: avefrías, horneros, andorinhas pequenas...

Fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Estuve a muy poco de no llevarla a cabo. Pero por fortuna me decidí. A posteriori puede parecer sencillo y hasta lógico que lo hiciera, pero en aquellos momentos las circunstancias eran muy especiales. Y aquella decisión me indicó lo que debía hacer en los días posteriores: mientras no interfiriera ni molestara a mis compañeros de viaje, si disponía de tiempo libre debía escaparme siempre que pudiera sin dudarlo ni un instante.

Óscar bajó conmigo a la calle y paseó conmigo unos minutos. Un hornero pasó confiado junto a él, escudriñando el terreno, como un viandante despistado que hubiera perdido algo por el suelo. Un  sabiá do campo (Mimus saturninus) surgió de un arbusto a unos metros de distancia mientras los anus brancos (Guira guira) se movían arriba por cables y árboles.

João de barro, Furnarius rufus, hornero común.





Óscar y el hornero



Anu branco, Guira guira, pirincho.



Le pregunté a Óscar cual era el camino más cercano hacia campo abierto y bosque, hacia un poco de naturaleza.

Bueno... esta calle que baja... tienes campo ya en la siguiente esquina -me dijo.

No me lo podía creer, tan cerca...

- ¿Es peligroso?
- No para nada. Lo único que te puede pasar es que te sometan a un tercer grado. ¿Eres familia de tal? ¿Conoces a cuál? Etc. Piensa que esto es un pueblo. Si alguien te pregunta, diles que eres amigo de Henrique.

Le di las gracias. Óscar regresó a casa y yo bajé por la calle que me había indicado. La pendiente era un poco fuerte en los primeros metros y algo resbaladiza por la reciente lluvia.

Me imaginaba cómo sería un encuentro con los brasileños. Como me suele ocurrir cada vez que voy con prismáticos y cámara por zonas habitadas, me sentí incómodo. Siempre cabía la posibilidad de que alguien malinterpretara mis intenciones.

No tardó en aparecer un saffron finch junto a una señora que faenaba en su jardín. Afortunadamente, el pájaro se hallaba posado en lo alto de un poste y pude enfocar la cámara claramente hacia arriba. La señora me contempló con una sonrisa y me dijo lo que yo ya sabía: que el pássaro era muy bonito.

Sicalis flaveola, canario da terra verdadeiro.




Caturrita, Myiopsitta monachus, cotorra gris argentina.



Dejé las casas unos metros atrás y enseguida encontré lo que buscaba: una serrería, una charca, árboles y arbustos, prados, bosquecillos... verde por todas partes y muchas aves.








En concreto me enamoré de un árbol que me recordaba a una de nuestras higueras y en el cual contemplé pájaros con color azul, pájaros que había descubierto en mis libros en los meses anteriores, pájaros que me robaron el corazón y que se habían convertido en uno de los objetivos de mi viaje. Se trataba de los sayaca tanager en inglés.

Allí estaban finalmente, frente a mí, apareciendo y desapareciendo entre las ramas y el follaje, picoteando frutas junto a otras aves.

Fue la primera vez en la que me sentí realmente en Brasil. Por desgracia solo tenía dos horas para pajarear, y la aguja minutera pesaba sobre mi cabeza. Decidí aprovechar el tiempo al máximo.

Sanhaçu cincento, Thraupis sayaca.



Otras especies que aparecieron fueron cardenal, urubus preto y de cabeça vermelha sobrevolándome, Pipraeidea melanonota, bentevís, y en la charca cercana se me paró el corazón: un rálido se dejó observar durante unos segundos y pude fotografiarlo, y por ende identificarlo (Pardirallus nigricans). Me sentía en una nube: estaba solo, con mis prismáticos y mi cámara, rodeado por naturaleza salvaje y sus habitantes, las aves, mis amigas, y podía por fin observarlas a placer. Ellas correspondieron a mi amistad y fueron apareciendo una tras otra, saludando al ornitólogo que había venido de tan lejos para contemplarlas. Compartimos juntos esos momentos de intimidad, casi místicos, esa comunión especial entre seres vivos que tan solo comprendemos los que la hemos experimentado.

Saíra viúva, Pipraeidea melanonota.


Cardeal, Paroaria coronata, cardenal.


Saracura sanã, Pardirallus nigricans.


Urubu de cabeça vermelha, Cathartes aura.


Quero quero, Vanellus chilensis.





Estuve un buen rato pero aún quedaba tiempo y decidí moverme un poco. Regresé por donde había venido y volví a la calle para buscar una vía paralela por la cual pudiera descender hacia otro punto de la arboleda. De nuevo junto a las casas, saludé a un perrito que corrió hacia mí . Tras él apareció el dueño que me miró con curiosidad.

Usé la táctica que me recomendó Óscar: le dije que era amigo de Henrique, y funcionó. Le expliqué que estaba buscando pájaros y le pedí permiso para echar un vistazo en un campo que quedaba detrás de su casa y que estaba rodeado por un bosquecillo. Había movimiento de aves. Yo ya iba envalentonado y seguía tomando decisiones acertadas.

Me dijo que no había problema .Gracias a esta pequeña excursión conseguí el único avistamiento de alma de gato en todo mi viaje a Brasil. Un animal precioso y espectacular. Como también lo era un pica pau de color amarillo intenso, que hizo mis delicias durante un buen rato.

Piaya cayana, alma de gato, squirrel cuckoo en inglés.


Pica pau do campo, Colaptes campestroides o C. campestris, según quién.




Aunque me habían dado permiso para pajarear detrás de aquella casa, pude ver en más de una ocasión por el rabillo del ojo como algunas personas se asomaban por la ventana, aunque no creo que fuera su intención vigilarme. Más bien demostraban genuina curiosidad.

Seguí centrado en las aves. Los caciques lomirrojos (Cacicus haemorrhous) se movían entre el follaje de los árboles cercanos. Son pájaros impresionantes de plumaje totalmente negro excepto por el rojo obispillo. Lucen también un conspicuo pico amarillo. Por desgracia no conseguí fotografiarlos.

Unos gritos en el cielo me hicieron alzar la mirada. Un tipo de ibis me sobrevoló, pero la luz era tan mala que no permitía contemplarlo bien, y yo no estaba familiarizado con las voces de las aves brasileñas. Le hice fotos con la esperanza de identificarlo más tarde. Hubo suerte.

Curicaca, Theristicus caudatus.


Bem te vi, Pitangus sulphuratus.


Aquel lugar era un paraíso. Durante un par de horas fui el hombre más feliz del mundo. Cuantas veces he pensado en todo lo que no habría visto, en todo lo que me habría perdido si aquella tarde hubiera decidido quedarme en el apartamento junto a mis amigos.

Andorinha pequena de casa, Pygochelidon cyanoleuca.


Pomba de bando, Zenaida auriculata.



Llegó el momento de volver, y lo hice, regresé puntual y triunfante. Ya en casa, Henrique me tenía reservada todavía alguna sorpresa extra. En el balcón me avisó de la presencia de anus pretos. Me había parecido verlos antes dónde encontré al alma de gato, pero no lo pude confirmar. Ahora no había duda.

Anu preto, Crotophaga ani.


La tarde fue de lo más curiosa. Fuimos por fin a conocer a Talvani y a Adriana, su mujer. Resultaba que Talvani era el enterrador del pueblo y que su casa era también la sede del negocio. Nos hicieron pasar y nos invitaron a mate y a pão de queijo casero, pan de queso, una delicia maravillosa que echaría mucho de menos cuando regresara a Europa.

Aceptando con honor y gran placer su hospitalidad, aguanté estoicamente las muchas horas que pasamos allí sentados en un sofá presenciando un show en directo en la televisión. No entendí ni una sola palabra ni de lo que hablaban nuestros anfitriones ni de lo que se decía por la tele. Sin embargo era agradable estar rodeado de tan buena gente. Yo pensaba en los pájaros que revoloteaban en las afueras en aquellos momentos... pero ya había tenido mi ración del día y las relaciones sociales formaban parte también de mis objetivos del viaje. Quería conocer no solo a las aves, si no también al país y a sus habitantes.

Por la noche regresamos al apartamento. Cenamos maravillosamente y rompí una copa de vino con muchísimo estilo: volqué la mía aún vacía y de rebote le di a otra que quedó de pie sin aparente rotura. Pero al alzarla descubrimos que el pie seguía posado obstinadamente en la mesa: había un corte limpio entre el fuste y el cáliz.

Contemplamos un rato el cielo nocturno, un cielo estrellado, plagado de miles de astros, puro como suele estar el cielo cuando vives lejos de las grandes ciudades. La Cruz del Sur nos contemplaba desde lo alto. Por primera vez la veía. Otra de mis pasiones es la astronomía, y me sentí honorado.

Nos retiramos a descansar, yo a mi sofá y los demás a sus habitaciones.

.
.
.


Ya sé que dije que no lo haría pero... (es una pequeña muestra):







And finally...


Comentarios

Entradas populares de este blog

Aythya collaris en Lleida

Fantasmas en la noche

Què fer si ens trobem un falciot a terra