Brasil 2017, octava parte: parque de las aves y presa de Itaipú

De la tarde de aquel día no hay mucho que destacar. Fue bastante menos interesante que la mañana, cosa totalmente comprensible viniendo de donde veníamos.

En primer lugar visitamos el Parque das Aves, situado frente a la entrada del Parque Nacional. Se trata de una especie de zoológico que tiene en su colección aves irrecuperables procedentes del tráfico ilegal o halladas heridas, según me explicó una amable cuidadora a la que interrogué nada más entrar (en los comederos había decenas de aves que volaban con total libertad y los ojos me hicieron chiribitas... pero la muchacha me confirmó que también eran cautivas).

Mi interés sin embargo se centró en la posibilidad de ver alguna especie salvaje auténtica, quizá atraída por la presencia de las que vivían en el parque. Y en efecto, nada más entrar pude bimbar un legítimo platanero (Coereba flaveola) que exploraba las ramas de un arbusto cercano.



Juro que no estaba disecado.


La visita me sirvió también para observar algunas especies que difícilmente iba a poder ver en libertad, especies que contemplé con tristeza por su cautiverio. Entre otras había corujas, psitácidas, colibrís, pero también mariposas y reptiles (incluido alguno que parecía campar con libertad y de cuyo origen, salvaje o cautivo, llegamos a dudar). Pude constatar además que el águila harpía (Harpia harpyja) es, efectivamente, una rapaz enorme.

Águila harpía (Harpia harpyja)


Hora del aseo


Su belleza es su perdición.




Más bellezas.



Reptiles.




Me fallaron los tucanes en Brasil. Solo pude verlos en este parque, ni un solo ejemplar salvaje apareció durante los quince días que visité el país. Frustración total. Estos, por supuesto, no contaban como bimbo.

Araçari castanho - Pteroglossus castanotis - Chestnut-eared Aracari - Arasarí caripardo


Tucanuçu - Ramphastos toco - Toco Toucan - Tucán toco




El increíble contraluz del pico del tucán.


Urubu rei - Sarcoramphus papa - King Vulture - Zopilote rey (aunque yo siempre lo llamaré el Rey de los Zopilotes)





Tras la visita nos reunimos de nuevo con Óscar y Henrique y buscamos nuestro siguiente objetivo: una de las megaobras de la humanidad, un discutible, a mi parecer, orgullo para Brasil. La terrible presa de Itaipú. Una inmensa acumulación artificial de agua que anegó una vasta superficie de territorio, expulsando de allí a indios, aniquilando fauna y vegetación, destruyendo miles y miles de hectáreas de selva y borrando para siempre de la faz de la Tierra uno de los lugares más hermosos que hubieron existido jamás en este planeta, unas cataratas más grandes y espectaculares que las de Iguazú.

Cuando visitas la presa de Itaipú lo primero que te muestran es un largo vídeo de lavado de cara tremendo concerniente a la construcción de la presa. Una musiquilla agradable servía de base para realzar los beneficios que proporcionaba a la nación tal monstruosidad. En ningún momento hacía hincapié en los muertos, ni en los miles de personas desplazadas que perdieron su hogar, ni mucho menos en la irrecuperable e incuantificable pérdida de un gigantesco ecosistema, crimen terrible que quedó maquillado como un gran avance para un país. Los indios perdieron su hogar y el planeta un enclave único. Para generar electricidad.

Tras la comida de coco nos hicieron un tour en autobús por la presa. Pero para acceder tuvimos que pasar un estricto control de seguridad. Tuve que mostrar el contenido de mi mochila y explicar que los prismáticos y la cámara de fotos eran para ver aves. Sin ningún tipo de sonrisa ni muestra de alegría aceptaron mi palabra y me creyeron. Pude entrar.

Cientos de capibaras campaban a sus anchas por la carretera. Me hizo mucha ilusión verlos. De hecho no sabía que llegaban tan al sur y fue una muy agradable sorpresa. Junto a ellos las corujas (Athene cunicularia) se dejaron observar en número considerable, aunque siempre tuve que conformarme con verlas, una vez más, con el vehículo en marcha, ya que el autobús no se detenía mas que en algunos miradores. De nuevo iba a marcharme sin una sola foto de esta preciosa rapaz nocturna. Al menos los capibaras eran más grandes.

Ésta es la imagen más decente que conseguí de los capibaras.



Ardea cocoi, Ardea alba, Rupornis magnitostris, y de nuevo Coereba flaveola fueron algunas de las pocas aves que observé por la zona. Pero sí me llevé una bonita observación de lo que en principio tomé por un bimbo, aunque resultó ser una especie que ya había visto días antes. Se trataba de un picabuey, siriri cavaleiro en portugués y Cattle Tyrant en inglés: el señor Machetornis rixosa. La observación fue tan curiosa que estaba convencido de haber topado con una especie nueva para la lista. Un ejemplar apareció con el píleo totalmente abierto y atravesado a lo largo por unas plumas naranja fuego. Pero entonces lo cerró y me mostró una simple cabeza gris que me desconcertó tanto que dudé si estaba viendo al mismo pájaro o no. En las guías de aves que me acompañaban no explicaban gran cosa al respecto, pero al final salí de dudas y pude identificar la especie.

Siriri cavaleiro


En cierto punto el autobús nos llevó cerca del agua. Divisé una pequeña playa, y eché un vistazo con la esperanza de descubrir algún limícola. Pero no hubo suerte.

Una gran cantidad de... nada.


Volvimos al punto de partida y abandonamos las instalaciones. Mientras nos dirigíamos al aparcamiento me llevé una alegría en forma de colibrí y de hermosa foto, con bastante mérito (aunque esté mal que yo lo diga) teniendo en cuenta que yo no sabía disparar en ráfagas con mi cámara.

Beija flor dourado - Hylocharis chrysura - Gilded Hummingbird - zafiro bronceado 


El día terminó con una agradable cena en Foz do Iguaçu, en una mesa en plena calle, rodeados de carnes, quemadores de alcohol, perros vagabundos y mendigos. Después nos fuimos a descansar para afrontar la parte más dura del viaje, el trayecto en coche hasta Jaraguá do Sul, situado en la costa atlántica. Íbamos a recorrer unos 800 km por carretera en un solo día.

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