Brasil 2017: Jaraguá do Sul (continuación)

Iba a titular esta entrada: "Brasil 2017, undécima parte: Jaraguá do Sul", pero esto no son partes, son capítulos de lo que ya parece una novela. Además estoy tardando tanto (¡tres años de retraso ya!) que esta crónica no tendría sentido si no fuera porque la escribo más como un recordatorio para mí mismo, como un diario personal que pueda revisar en el futuro, que no tanto como un relato dirigido al público.

Sea como sea, empiezo a estar un poco harto de esta historia interminable, y eso es peligroso. La única manera de evitar este problema es revitalizándola. Me comprometo a darle más continuidad, sobre todo teniendo en cuenta que se acercan capítulos que considero interesantes y entretenidos.

20 de agosto del 2017.

Permanecimos un día más con Karen y Kelley en Jaraguá do Sul. Por la mañana me levanté antes que los demás para ir a ver pájaros. Pensaba darme un paseo por las calles cercanas, con la esperanza de observar algo nuevo. Pero comprobé que llovía bastante. Dudé si salir o no, y una vez más recordé la máxima de mi viaje: aprovecha todas y cada una de las oportunidades que tengas para ver pájaros, no dejes pasar ni una sola, por mínima que sea, no le des la espalda a cualquier paseo por poco prometedor que parezca, ¡no dudes!

Salí al exterior con los prismáticos y la cámara y me encaminé hacia mi objetivo principal: el cercano río Itapocu y el puente que lo cruzaba. Las aguas, flanqueadas por exuberante vegetación, ofrecían un espectáculo sin igual, de los que llenaban el corazón y el espíritu. Así valía la pena empezar un día. Si además aparecían aves...

Río Itapocu




No voy a alargar el suspense: me mojé mucho con la lluvia, y también vi cosas maravillosas. Sin embargo comencé con una especie común en Europa, el martinete (Nycticorax nycticorax). Un ejemplar descansaba en una rama a cierta altura sobre el agua. Era un poco frustrante pasear por Brasil y toparme con aves que ya había visto en mi tierra. Esto incluía también, por supuesto, a los gorriones comunes (Passer domesticus).

En el río había también algunos cormoranes (Phalacrocorax brasilianus). Era una mejora respecto al martinete, pero tampoco era nada nuevo. Crucé el puente y pasé a las calles del pueblo que se hallaban al otro lado del río. Alguien había colocado un comedero en el jardincito de una casa, y a él acudían las hermosísimas columbina coloradas (Columbina talpacoti).

La lluvia arreció y me planteé regresar, o al menos buscar aves por puntos más cercanos al edificio en el que me esperaban mis amigos. Bajo el diluvio pude aún disfrutar de un rascón negruzco (Pardirallus nigricans), que al igual que yo, era reticente a buscar refugio.

Tangara sayaca (Thraupis sayaca)


Golondrina barranquera (Pygochelidon cyanoleuca)




No sabía yo que lo mejor estaba por llegar. Finalmente la lluvia amainó y pude explorar un poco más el terreno. Las aves parecieron animarse y empezaron a mostrarse: golondrina barranquera (Pygochelidon cyanoleuca), tangara sayaca (Thraupis sayaca), eufonia golipúrpura (Euphonia chlorotica)... y para subir ya un poco el nivel, chachalaca escamosa (Ortalis squamata), el ave que había bimbado el día anterior.

Algunos ejemplares de vencejo ceniciento (Chaetura cinereiventris) aparecieron en el cielo. Se trata de una especie presente todo el año en Jaraguá do Sul, a diferencia del vencejo de tormenta (Chaetura meridionalis), que emigra en invierno.

Chachalaca escamosa (Ortalis squamata)


Mais pássaros.

Disfruté también de tangaras adornadas (Thraupis ornata), pero lo mejor de todo llegó casi al final, uno de los bimbazos del viaje, uno de mis objetivos principales, el grandioso colibrí golondrina (Eupetomena macroura), ave preciosa, azul y verde y con cola larguísima. Por desgracia estaba nublado y la falta de sol me impidió contemplarla en todo su esplendor. ¡Pero al menos lo había visto y fotografiado! Dadas las circunstancias, no podía pedir más. Comprobé que el ave tenía malas pulgas: echó a otro colibrí, más pequeño que él, del cable donde descansaban ambos sin que yo pudiera llegar a identificar aquella segunda especie.

Pero no importaba: un Eupetomena macroura compensaba cualquier pájaro perdido, cualquier chaparrón y cualquier mal momento que hubiera tenido anteriormente. ¿Quién no quiere ver un colibrí gigante?




Yo no he viajado mucho por el mundo para ver aves, básicamente por falta de dinero. En el 2007 estuve diez días en Finlandia y Noruega. Diez años después llegó el viaje a Brasil del cual estoy hablando en estas crónicas. Por en medio solo merece el título de viaje ornitológico unas vacaciones pasadas en Tenerife que incluyeron una visita en velero a las Islas Salvajes portuguesas. Teniendo en cuenta el gran esfuerzo económico que me supone viajar, era doloroso pensar en el hecho de que podía dejar Brasil sin haber visto más que unas pocas especies de aves. De ahí que me pusiera tan contento al comprobar que mis amigos emplumados se emperraban en cruzarse frente a mis ojos. Y lo mismo pensé de aquel colibrí, y se lo agradecí.

El paseo se complementó con una Egretta thula que se dejó ver en el río. Exultante, volví a casa para celebrarlo con un buen desayuno en la mejor de las compañías.




Les expliqué a mis compañeros de aventuras que allí cerca había un río, y sobre él un puente muy pintoresco, y ante mi sorpresa decidieron acompañarme a dar un nuevo paseo para que les mostrara aquellas maravillas.

Así se mostraba el día. Foto de Sílvia.

Los llevé a algunos de los puntos por los cuales había pasado yo aquella mañana, y aproveché para seguir observando aves: platanero (Coereba flaveola), tangara sayaca (Thraupis sayaca), zorzal colorado (Turdus rufiventris), bienteveo (Pitangus sulphuratus), columbinas y zenaidas, tangara adornada (Thraupis ornata),  chirigüe azafranado (Sicalis flaveola), chachalaca escamosa (Ortalis squamata), un maravilloso busardo caminero (Rupornis magnirostris) posado en un árbol, tordo renegrido (Molothrus bonariensis)...  y por supuesto la avefría tero (Vanellus chilensis). Todas iban desfilando ante nuestros ojos si sabías dónde mirar.

Paseo con mis acompañantes.


Tangara adornada (Thraupis ornata)


Busardo caminero (Rupornis magnirostris)


Tordo renegrido (Molothrus bonariensis)


Regresamos de nuevo al apartamento. Descubrí que se había convertido en un observatorio improvisado: desde el gran ventanal se contemplaban los tejados de las casas cercanas, más bajas. La lluvia había dejado bastante agua acumulada en algunos de ellos y las tangaras palmeras (Thraupis palmarum) los usaban como piscinas para bañarse. ¡Bimbo inesperado desde casa!

Tangara palmera (Thraupis palmarum)




La mañana terminaba. Cogimos el coche y nos fuimos al enorme parque Malwee, una gran extensión verde dentro del mismo Jaraguá do Sul, con mucha vegetación y árboles, y en comunicación directa con las enormes extensiones de bosques más allá del casco urbano. En el centro del parque había un gran lago y algunos estanques con vegetación acuática. Allí podíamos cumplir dos objetivos: comer y dar un buen paseo después. En efecto, en la entrada del parque se halla el Restaurante Típico General Küster, un restaurante alemán que a pesar de lo que pueda parecer no desentona con los habitantes de aquellas tierras. Lo de típico no es gratuito. En el sur de Brasil hay una colonia alemana bastante arraigada desde hace mucho tiempo.

Parque Malwee




Sílvia me hizo esta foto.


Haré un inciso para hablar de la gastronomía del sur de Brasil y de sus gentes, ya que no estoy seguro de haberlo hecho anteriormente en este blog. Pero seré breve. Debo decir en primer lugar que en el estado de Rio Grande do Sul se come muy bien. Podría decirse que la dieta básica se compone de frutas maravillosas y carnes exquisitas, no en vano son gauchos. Los rodizios de carne y de pizzas son obligatorios para cualquiera que visite aquellas tierras. Para beber se prodigan mucho los chopp (jarras de cerveza).

Aquella zona del sur de Brasil es bastante curiosa: toman mucho mate, no vimos café, y tampoco vimos fumadores ni colillas en el suelo, ni siquiera en Porto Alegre. No hay estancos, y según nos dijeron, tampoco hay juego (ni casinos, ni máquinas tragaperras... nada) ni licorerías: apenas beben alcohol (chopp sí). La caza está prohibida. Sus vicios son el mate y abrazarse. La mayoría son buena gente, cariñosos y agradables, y muy hospitalarios.

Aunque Jaraguá do Sul estaba más al norte (ya en Santa Catarina) no apreciamos grandes diferencias con el estado de Rio Grande.

Tras comer dimos una vuelta por los alrededores, paseo que yo exprimí y alargué todo lo que pude, llegando en algunos momentos a separarme de mis camaradas. Gracias a eso obtuve mi premio: otro de los objetivos del viaje, la jacana (Jacana jacana). Me puse contentísimo, ya que además era una de las pocas especies sudamericanas que conocía desde pequeño. Estaba siendo un buen día.

Jacana (Jacana jacana)



Me llevé también otras observaciones interesantes, como por ejemplo garcita azulada (Butorides striata) o gallineta americana (Gallinula galeata). Tuve intento fallido de conseguir fotos buenas de martín pescador amazónico (Chloroceryle amazona), un macho y una hembra que de vez en cuando sobrevolaban el lago.

Gallineta americana (Gallinula galeata)

Garcita azulada (Butorides striata)

Martín pescador amazónico (Chloroceryle amazona)

Un chingolo común (Zonotrichia capensis) huía de mí a saltitos y no me permitió sacarle ni una sola foto buena.



Pero para mi regocijo aún cayeron dos bimbos más que me dieron bastante trabajo de identificación. Ésta fue solo posible tras el estudio detenido de las fotografías y de los sonidos cuando los había. Seguía arrastrando el problema de mi desconocimiento casi absoluto de la avifauna del país. Pero finalmente di con las aves en la guía: reinita coronidorada (Basileuterus culicivorus) y un tipo de periquito, la catita tirica (Brotogeris tirica). Fueron los únicos avistamientos de estas dos especies durante el viaje.

Reinita coronidorada  (Basileuterus culicivorus)

Catita tirica (Brotogeris tirica)



También disfruté mucho la observación junto a mis compañeros de los capibaras, que se reunían en las isletas del lago, buscando el aislamiento y tranquilidad que éstas les proporcionaban.

Capibaras (Hydrochoerus hydrochaeris)




Y el día no dio para más. Regresamos a casa con Karen y Kelley (que nos habían acompañado) para descansar y esperar a la siguiente jornada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Aythya collaris en Lleida

Fantasmas en la noche

Israel: 23-03-2022, Saxicola maurus y Circus macrourus