Israel: 20-03-2022, Yotvata y playa de Eilat

Retomo el blog tras unas semanas en las que he estado muy ocupado teniendo el Covid, trabajando mucho y yendo al Rock Fest a ver en familia a Judas Priest, KISS, Mercyful fate, Megadeth, Alice Cooper, Nightwish y Accept entre muchos otros.

Como decíamos ayer...

Fuimos a comer a Yotvata, a lo que parecía algo así como un restaurante-supermercado para turistas: tenían buffet, bocadillos, souvenirs... De camino hacia aquel lugar, Ferran nos indicó que miráramos a la derecha de la carretera: tal vez viéramos avestruces y órix. Se trataba de animales en semicautividad. Los órix son un tipo de antílope africano de grandes cuernos verticales y aspecto bellísimo. En cuanto a los avestruces... no contaban como bimbo, claro. Sin embargo, no dejaban de ser espectaculares a pesar de estar cautivos en una enorme superficie vallada perteneciente a un centro dedicado a una futura reintroducción.

Una vez en el restaurante me di cuenta de que no podía pasármelo bien durante una semana completa, ver pájaros, cumplir uno de los sueños de mi vida (un viaje ornitológico con guía)... y volver a casa con las manos vacías sin llevar ningún recuerdo a la familia. Tal vez habría sido un poco egoísta por mi parte. Tal vez.

Pero no tenía ni idea de qué podía regalarles a Mari, Sara y Edisa. Finalmente, me decidí por unos colgantes raros. Me parecían pequeños para ir al cuello y demasiado grandes para servir como pulseras. Pero supuse que yo, como hombre, no entendía de abalorios y que ellas sabrían darles el uso adecuado. Hice la compra.

Tras comer volvimos a las furgonetas (tipo Van, espaciosas y cómodas). Condujimos apenas un par de minutos para desplazarnos hasta una zona desértica colindante con el restaurante. Nos detuvimos con los ojos atentos a cualquier ave que pudiera aparecer. No parecía haber mucho movimiento, así que decidimos tomar nuestras primeras fotos de grupo.

(C) Daniel Ferriz. En esta imagen salimos todos. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: César, yo, Jaume, Xavi, Jordi, Artur, Eduard, Daniel, Maggie, Ferran, Mireia, Xavier y José Ángel.


(C) Mireia P. Martos. Estamos todos excepto Mireia.

Caminar por desiertos es reconfortante, al menos para mí. Y eso que soy de frío y de mal tiempo. Tal vez por eso, cuando visito una zona tan seca disfruto mucho del exotismo del lugar.

Recorrimos el polvoriento paraje con  andar pausado y atentos a movimientos y sonidos. El objetivo era, claro está, buscar especies nuevas que aún no hubieran aparecido. Y la buena racha continuó. La collalba monje fue mi bimbo número veinticinco.

Bimbo número 25: collalba monje (Oenanthe monacha).

El grupo de las collalbas, pájaros insectívoros algo mayores que los gorriones y básicamente bicolores, con una combinación de negro y tonos claros (blancos, ocres, grises...), está bien representado en Israel. La consecución de todas las especies regulares (nueve en total) era uno de los objetivos del viaje.

Observamos también otro alcaudón núbico, con su bonito y curioso diseño, pero yo estaba en modo listero y bimbero total, y aunque disfrutaba como un enano de cualquier observación, no veía el momento de que apareciera algo nuevo más.

Encontramos algunos campos arados y nos adentramos en ellos. Vimos más camachuelos trompeteros, regordetes y tranquilos, collalbas isabel, estilizadas y atentas como guardias que vigilaran el tráfico de ornitólogos, algún críalo, especie que, al igual que el cuco, parasita los nidos de las aves y que es, en Europa, el acérrimo enemigo de la urraca (ésta se halla ausente en Israel), y tuvimos una gran y agradable sorpresa con la aparición de un elanio azul de la subespecie vociferus, la de oriente medio, distinta de la nuestra por sus secundarias oscuras.

Como un velero que surcara unas aguas tranquilas, lo vimos llegar desde lejos atravesando el cielo bajo la gran iluminación del sol de oriente medio. Medio deslumbrados, tuvimos que esperar a que estuviera prácticamente sobre nosotros para identificarlo.

Elanio común (Elanus caeruleus vociferus).

Los escribanos son unas de mis aves favoritas. Tienen el tamaño aproximado de un gorrión y una combinación de colores que me enamora, con partes superiores marcadas y cabezas llamativas. En Israel cabía la posibilidad de sumar alguna especie de este grupo, y el bimbo número veintiséis fue  el escribano ceniciento, con su preciosa cabeza gris azulada que contrasta con sus partes inferiores anaranjadas. Caminábamos despacio entre los surcos arados del terreno cuando alguien dio la voz de alarma. Costaba verlos, pues se escondían mucho, y sus escasos movimientos los hacían casi indetectables. Sin embargo, permitieron que nos aproximáramos hasta una distancia en la que pudimos contemplarlos durante los pocos segundos que emergían.

Bimbo número 26: escribano ceniciento (Emberiza caesia).

Vimos también varias lavanderas boyeras balcánicas (Motacilla flava feldegg), algún ejemplar de bisbita gorgirrojo (Anthus cervinus), aviones roqueros (Ptyonoprogne fuligula) volando tan bajos y tan cerca que casi nos rozaban, y algún alcaudón real de la subespecie aucheri.

Alcaudón real (Lanius excubitor aucheri).

Ferran es tan buen ornitólogo que encuentra aves hasta cuando no debe. Se ausentó unos segundos por razones personales y desde detrás de unos matojos nos gritó "¡Ruppell!". El grupo entero corrió hacia allí. Ferran se adecentó y todos pudimos observar la curruca. En mi caso significaba el bimbo número veintisiete.

Su bigotera blanca la hacía inconfundible. Era, para variar un poco, una curruca de fácil identificación. Pocas tienen un carácter tan distintivo como esta especie.

Bimbo número 27: curruca de Rüppell (Curruca ruppeli).

Aún sin recuperarnos, con apenas tiempo para respirar, cayó el bimbo número veintiocho, la curruca mirlona oriental, de plumaje algo menos conspicuo, y a la que pude vislumbrar fugazmente. Quedé medianamente satisfecho con la observación, pero confiaba en que la vería mejor otro día.

Yo no sabía con cuantos bimbos iba a acabar la jornada, pero habíamos entrado en un ritmo frenético. A esto había venido yo. A sumar un pájaro nuevo detrás de otro, en plan listero total. Como si estuviera en un supermercado, quería ir recolectando una tras otra especies que aún no tenía en el carrito de la compra.

Ferran nos señaló unos ejemplares de camachuelo desertícola: ¡atención, atención, nos poníamos serios! Esto ya no era un ave cualquiera, no era una curruca, familia muy presente en Iberia. No era tampoco un migrante que pasase por Israel para ir a nidificar al sur o al centro de Europa. No, ¡esto era realmente un ave del desierto! El bimbo número veintinueve. ¡Al carro!

Bimbo número 29: camachuelo desertícola (Rhodospiza obsoleta), con una collalba isabel.

Collalba isabel (Oenanthe isabellina).

Camachuelos desertícolas (Rhodospiza obsoleta).

La buena tarde se completó con alguna agradable sorpresa más, como algún cernícalo primilla cazando en los campos o un bando enorme de terreras comunes.

Estuvimos un rato más, pero parecía que por el momento habíamos agotado el lugar. La luz comenzaba a desvanecerse. Era el momento de desplazarse a la playa de Eilat para observar el atardecer y cambiar de registro: arena por agua de mar.

En la playa de Eilat observamos primero una garceta dimorfa y un ave que hizo saltar todas nuestras alarmas. Sabíamos de la presencia de un charrán piquigualdo (Thalasseus bergii), y como tal lo dimos en un principio. Sin embargo, más adelante comprobamos que "sólo" era un charrán bengalí, más común que el anterior, pero que igualmente... sí, en efecto, ¡era bimbo para mí! El mítico bengalensis, especie que cuenta con numerosas observaciones en Catalunya, caía por fin, y no me importaba que fuera en un país lejano. Hay un momento en la vida de un hombre a partir del cual ya no puedes andar con muchas exigencias.

Garceta dimorfa (Egretta gularis).

Bimbo número 30: charrán bengalí (Thalasseus bengalensis).


Pasaron, como quien no quiere la cosa, gaviotas ojiblancas frente a nosotros. El bimbo número treinta y uno. Parecía que no les dábamos la suficiente importancia, buscando y buscando más aves, pero fue un gustazo observar un lárido tan "identificable", y aunque no a corta distancia, sí lo suficiente para disfrutarlo con prismáticos. Yo estaba encantado, la lista se hacía más y más larga, y además, punto importante e interesante, incluía muchas familias distintas.

Detectamos también bandos en migración de anátidas: cucharas y rabudos, que veíamos aproximarse sobrevolando el mar Rojo en dirección norte. Pasaban sobre nosotros sin detenerse y seguían su camino, posiblemente en busca de alguna laguna en la que reposar y alimentarse.

Terminaba la jornada y teníamos hambre. Fuimos al cercano hotel y allí me duché y me cambié de ropa, lo cual me sentó de maravilla. Decidimos cenar en Little Brazil, un restaurante en el que pude rememorar mi viaje por los estados de Rio Grande do Sul y Santa Catarina cinco años atrás. Celebré las observaciones del día con una feijoada y carne.

Aún teníamos un "asunto" más que atender. Había partido de liga de fútbol en España, nada más y nada menos que un Madrid-Barcelona. Jaume, Xavi Aute y yo, como buenos culés, nos sentamos a una mesa del vestíbulo del hotel con un portátil y encontramos una web que emitía el encuentro. Mereció la pena renunciar a una hora y media de descanso extra: el barça ganó 0-4 y nos regaló otro momento mágico más vivido en Israel, en camaradería con dos grandes personas.

Nos fuimos a descansar realmente felices. No dormiríamos muchas horas (nos íbamos a encontrar a las a las 5:45 de la mañana para seguir con nuestras exploraciones) pero el sueño iba a ser profundo y recargador.

¿Aguantaría mi cuerpo aquel ritmo? Este año cumpliré los cincuenta...

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