Israel: 24-03-2022, cabras, avutardas y dromedarios

Madrugamos para seguir buscando aves.

Desayunamos donde siempre y subimos a las furgonetas. Mustapha, al igual que en días anteriores, persistió tozudo en mi cabeza sin ahuecar el ala. Me acompañó todo el viaje hasta Mitzpe Ramon, a donde llegamos a las 6:45. Hicimos una parada rápida para echar un vistazo, ya que el objetivo principal era el desierto de Nizzana, donde queríamos buscar la esquiva hubara oriental.

Sin embargo, aquellos minutos fueron muy bien aprovechados porque conseguimos ver muy cerca al espectacular íbice de Nubia. Varios ejemplares descansaban bajo los rayos de sol de la mañana.

Íbice de Nubia, Capra ibex nubiana.

Mitzpe Ramon es una gigantesca depresión del terreno bordeada por acantilados, un gran cañón con vistas impresionantes. Junto a la carretera había un mirador estratégico y desde allí pudimos disfrutar a placer de las cabras.

Continuamos nuestro camino y llegamos por fin a Nizzana. Encontramos los dos vagones-miradores que ya visitamos en nuestro primer día de viaje (cuando vivimos una escena peculiar, como ya expliqué en una entrada anterior). En esta ocasión tuvimos más suerte. Tuvo que pasar un buen rato de búsqueda infructuosa hasta que Ferran, nuestro guía, nos anunció que estaba observando un ejemplar muy lejano de avutarda de Macqueen, Chlamydotis macqueenii (creo que el nombre oficial en español es avutarda hubara asiática).

Todos fuimos mirando por turnos a través de los telescopios. Cuando llegó mi momento miré y tuve que creer que Ferran decía la verdad. Muy, muy lejano, y distorsionado por la reverberación, un matojo daba un par de pasos de vez en cuando. Puesto que las plantas no caminan, decidí que acababa de bimbar la avutarda.

Creedme, ahí hay una hubara asiática (Chlamydotis macqueenii), el bimbo número 52 del viaje.

Por fortuna, el ave colaboró con algunos movimientos que la delataban: echaba el cuello hacia atrás y se adivinaban entonces los grandes penachos negros del cuello. Nos habíamos quitado un peso de encima con una especie complicada.

Regresamos felices a las furgonetas para explorar un poco más la zona. Nos desplazamos apenas unos centenares de metros por la carretera y decidimos tomar una pista que partía perpendicular. Fue una gran idea, ya que fuimos premiados con varios corredores y, de forma asombrosa, con otra avutarda, ésta sí, mucho más cercana.

Corredor sahariano, Cursorius cursor.

Avutarda hubara asiática (Chlamydotis macqueenii)

Tras el éxito conseguido pusimos rumbo a la siguiente parada del día: Yeruham Lake, una laguna que prometía mucho y que no defraudó. Para empezar, nada más llegar, mientras mis compañeros bimbaban pico sirio, yo me puse a perder el tiempo fotografiando los primeros dromedarios que veía en mi vida (sin contar los que vi de niño en el zoológico). Quedé extasiado ante aquella maravilla ante la cual mis amigos apenas parecían sentir interés. Pero entonces recordé que habíamos venido a ver pájaros, y puesto que también era mi principal objetivo, presté por fin atención al pico sirio.

Pico sirio, Dendrocopos syriacus, ¡el bimbo número 53! No conseguí ni una sola foto decente con mi cámara bridge. Al menos en ésta se le ve un poco.

Su hábitat.

Laguna de Yeruham

Otra ave destacable fue el ratonero moro (Buteo rufinus), un ejemplar que sobrevolaba las aguas y que finalmente se posó en la orilla contraria.

La lista en la laguna se saldó con varias especies interesantes más: pechiazul, buitre leonado, garcilla cangrejera, prinia grácil, avión isabelino, vencejo pálido, archibebe fino, curruca zarcerilla...

Garcilla cangrejera, Ardeola ralloides.

Ruiseñor pechiazul, Luscinia svecica.

Con los deberes cumplidos pusimos rumbo al sur, hacia Eilat. Por el camino íbamos a realizar algunas paradas.

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