Israel: 19-03-2022, llegada y primeras aves

Icaro Birding Experience, la empresa de Ferran López que ofrece tours ornitológicos, anunciaba un viaje a Israel para marzo o abril del 2021. Mi amigo Jaume Castellà y yo cogimos dos de las plazas que quedaban libres.

El lunes 7 de diciembre del 2020 pagamos la pre-reserva, y aquello hizo oficial el proyecto. Tanto que aquella misma noche soñé que estaba en Israel. En el sueño caminábamos de día por una calle con unos pequeños arbolitos. Por las ramas se movían unas hormigas voladoras enormes, quizá de un tamaño comprendido entre los 5 y los 10 centímetros, y también algunos pequeños pájaros. Ferrán me explicaba que era normal observar aquellas hormigas en Israel.

A mediados de febrero Icaro anunció que, debido a la pandemia causada por el famoso virus, el viaje se aplazaba hasta el 2022.

Finalmente, el 3 de febrero de este año compré los billetes de avión, el de Jaume y el mío. Le informé de lo que me habían costado. Puesto que es un hombre honrado, me hizo una transferencia para pagarme su parte... pero, tal vez cegado por la emoción (o porque tenía demasiadas cosas en la cabeza), por error me pagó el cien por cien de la cantidad en lugar de la mitad. Por suerte para él yo también soy un hombre honrado y arreglamos el asunto en un periquete.

Y llegó la odisea. Tras una semana intensa y estresante (tuvimos que rellenar algunos formularios burocráticos por internet, hacernos un test para demostrar que no éramos portadores del virus, etc.), el 18 de marzo, viernes, nos encontramos hacia las cuatro de la tarde en el aeropuerto del Prat los trece integrantes del viaje, dispuestos a coger el avión que nos llevaría hasta Turquía para hacer escala y coger nuestro siguiente vuelo hasta Tel Aviv.

De camino al aeropuerto, Nina, la perra ornitóloga, parecía comprender que en esta ocasión no iba a poder acompañarme.

Partimos con retraso. Tras unas horas de vuelo llegamos de noche al aeropuerto de Estambul y nos topamos con una gran sorpresa: estaba nevando. Un manto blanco lo cubría todo.

Durante el vuelo miré por la ventanilla. Todo en orden, iba a ser un viaje tranquilo.

Un minibus que habíamos contratado nos iba a llevar a unos ochenta kilómetros de distancia hacia el sureste, hasta otro aeropuerto, el Sabiha Gökçen, desde el cual partiría el avión que debía llevarnos a Israel.

Mientras esperábamos el transporte, ya fuera del aeropuerto, pudimos observar algún gorrión común de hábitos nocturnos. Así que ya puedo decir que tengo una especie observada en Turquía, donde yo no había estado nunca. Podría inaugurar (y cerrar) mi lista con una especie.

La observación del gorrión en un ambiente gélido y de noche en un país extraño fue una experiencia un tanto surrealista. También lo fue el viaje en minibus, atravesando aquella región del país de noche y con nieve, sin ver personas ni apenas coches, salvo algún taxi, amarillo como los neoyorquinos, un paisaje que nos evocaba mucho más a Siberia que a Oriente Medio. Un solemne silencio nos acompañó todo el trayecto.

Atravesamos el estrecho del Bósforo por un espectacular puente y llegamos a la parte asiática de Turquía. Por primera vez en mi vida me encontraba en Asia. Estaba siendo un viaje con muchos estrenos.

Tras una hora de conducción llegamos por fin al aeropuerto Sabiha Gökçen. La burocracia y las colas nos agotaron. Fueron muchas horas de espera, de registros e incomodidades varias. Sin embargo, hubo también buenos momentos: pudimos comer y beber algo, y también hablar de pájaros. Ferran me preguntó qué tres especies eran las que más anhelaba ver. Difícil respuesta puesto que había decenas para escoger. Decidí no pensarlo mucho y dejé que las aves vinieran a mi mente por sí solas. Evalué las tres especies que habían acudido a mi llamada y di el visto bueno: águila esteparia, alcaudón núbico y piquero pardo.

El águila esteparia, por lo que significa: es una rapaz, uno de mis grupos favoritos de aves, influenciado por supuesto por nuestras campañas de observación de la migración en l'Espinal; además es un águila, una de las primeras palabras que todo niño aprende cuando descubre el reino animal; había otros motivos seguramente.

El alcaudón núbico, porque es precioso y fácilmente identificable lo cual es un plus. Los alcaudones tienen algo especial; tal vez la particularidad de aparecer normalmente en solitario -o como mucho en parejas- en lo alto de un posadero; no son especialmente nerviosos y suelen dejarse observar durante un buen rato. 

El piquero pardo, porque era casi como un mito desde que en la década de los noventa oía que había posibles observaciones en la costa catalana que probablemente se debían a malas identificaciones de alcatraz atlántico (algo parecido ocurría con los supuestos alcatraces de El Cabo). A veces cuando buscaba aves marinas desde Premià de Mar soñaba con que un piquero pardo cruzaba por delante de mi telescopio.

Dulces a la venta en el aeropuerto Sabiha Gökçen.


Momentos antes de nuestra partida hacia Tel-Aviv:


Foto de Xavier Aute:


Foto de Xavier Aute:

Con el día ya amanecido, nuestro avión despegó por fin. La llegada a Israel fue muy tranquila y agradable. Nada más llegar nos hicieron otro test de detección del virus (era obligatorio, ya estaba pactado y pagado por adelantado) pero el personal era muy amable y eficiente. En pocos minutos nos hallábamos fuera.  Antes de salir, sin embargo, vimos tras los cristales algunos ejemplares de tórtola senegalesa (Streptopelia senegalensis). ¡El primer bimbo del viaje! Nada más salir del aeropuerto pudimos observar unas cuanta más, junto al segundo bimbo del día: miná común (Acridotheres tristis), especie introducida, seguramente a partir de escapes. Les acompañaban varias cornejas cenicientas y cotorras de Kramer. Oí un ruiseñor bastardo, vi lavandera blanca, golondrina común, palomas bravías y un ratonero lejano. Por algo se empezaba.

¡Primera imagen a nuestra llegada!


Miná común (Acridotheres tristis), una exótica afincada en Israel.


Tórtola senegalesa (Streptopelia senegalensis) junto a un miná común.


Corneja cenicienta (Corvus cornix).

Puesto que éramos trece personas, tuvimos que alquilar dos furgonetas para que fueran nuestro medio de transporte durante nuestra estancia en el país. Nos repartimos en dos grupos e iniciamos nuestra andadura.

Jamás pensé que algún día llegaría a decir estas palabras, pero por fin había llegado el momento: ¡pusimos rumbo al desierto! El niño que hay en mí estaba exultante y maravillado. Intenté absorberlo todo con los ojos y con el resto de mis sentidos.

Por primera vez en mi vida realizaba un viaje exclusivamente ornitológico y con guía. Esperaba sacar el máximo partido y conseguir la lista de especies más larga posible. ¡Comenzaba la aventura!

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