Israel: 20-03-2022, IBRCE

Amaneció el 20 de marzo, y nosotros con él. El plan del día era visitar varios puntos de interés, pero en cada uno de ellos vimos tantas aves que no voy a relatar en esta entrada la jornada entera: la dividiré en bloques. De momento me limitaré a nuestra primera incursión en el IBRCE (The International Birding & Research Center Eilat).

Quedamos a las 5.40 de la mañana en el vestíbulo del hotel. Cabe decir que aquí el Sol sale más temprano que en España, así que si queríamos aprovechar las horas de luz no nos quedaba más remedio que despertarnos a esas horas. Por supuesto, también anochece antes (y con más velocidad).

Salimos a la calle y ya se podían ver las primeras aves: algunos cuervos indios (Corvus splendens) estaban posados en la azotea del edificio situado frente a nuestro hotel. ¡Bimbo! El decimoquinto, y manera inmejorable de comenzar la jornada.

Íbamos a desayunar en la panadería de la esquina, la cual lucía un cartel que anunciaba su apertura las 24 horas del día. Caminamos hasta allí alegres y pizpiretos (en realidad estábamos bastante dormidos).

Nuestro plan inicial se fue al traste: estaba cerrada. Ni rastro de luces ni de trabajadores. Por fortuna, muy cerca de allí hallamos un pequeño supermercado con cafetería y terraza que se convertiría en nuestro punto de partida durante el resto de la semana que íbamos a pasar en Israel. Además vendían una variedad enorme de pastas que estaban buenísimas.

Mientras desayunábamos pudimos observar más cuervos indios. Una pareja de tórtolas senegalesas cuidaba de un nido situado a pocos metros de nosotros, en la misma fachada de la cafetería.

Con algo en el estómago y con cafeína en las venas nos lanzamos a la aventura.

El IBRCE se hallaba muy cerca, a unos cinco kilómetros del hotel Melony, así que llegamos enseguida. Se trata de una zona húmeda compuesta por una laguna principal, Anita Lake, y varias enormes balsas de agua salada, todo ello atravesado por senderos flanqueados por vegetación arbustiva y algunos árboles. En su viaje migratorio hacia el norte, miles de aves se detienen allí para descansar y alimentarse.

La primera impresión cuando entras por primera vez -y de hecho es la correcta- es la de que se trata de un lugar especialmente pensado para los ornitólogos: los observatorios, los murales en las paredes, la tienda, la sala de anillamiento... todo deja muy claro que no es un parque diseñado para atraer al turista tipo. Así que, a salvo en "nuestro" territorio exclusivo, nos lo pasamos en grande.

Jaume junto a un mosaico que representa la migración de las aves.

El observatorio de Anita Lake.

Un puente hacia otro observatorio.

Detalles por todas partes.

Jaume y yo con otros compañeros de viaje, (C) Mireia P. Martos.

José Ángel, Xavier, un servidor... todos un poco desbordados al principio sin saber muy bien a dónde mirar. (C) Ferran López.

Jaume y yo, momento friki. (C) Ferran López.

La lista de aves que observamos fue larga, y me llevé una buena saca de bimbos. El ritmo era tremendo y yo pensaba que por lógica descendería con los días, pero de momento tocaba sumar. Llegué ya a la veintena de especies nuevas para mí tras añadir las siguientes cinco: águila esteparia (Aquila nipalensis), garceta dimorfa (Egretta gularis),  mosquitero oriental (Phylloscopus orientalis), prinia grácil (Prinia gracilis) y capuchino picoplata indio (Euodice malabarica). Los tres primeros fueron los que más ilusión me hicieron. En cuanto al prinia, no lo pude ver muy bien, pero era común y habría muchas más oportunidades, y el capuchino picoplata indio correspondía a la categoría C (la población no tenía un origen natural). No es que despreciara al pobre capuchino, al contrario, me parecía una especie muy interesante... pero estando en Israel por primera vez, las otras cobraban aún más importancia.

Para mí, una de las aves del viaje fue el águila esteparia. Y es que... ¿Cada cuánto bimbas un águila? Esto son palabras mayores. Y como buen amante de las rapaces que soy, disfruté mucho de este avistamiento.

Otra ave mítica que de vez en cuando se ve por Catalunya pero que hasta ahora me había esquivado, la garceta dimorfa. ¡Por fin caía!

Otras aves dignas de ser mencionadas fueron el archibebe fino, la polluela bastarda, la avefría espinosa, la subespecie vulpinus del busardo ratonero, observación que también ansiaba hacía tiempo, y muchas más: correlimos, chorlitejos, currucas zarcerillas...

Es curioso el "miedo" que pasé durante las primeras apariciones del mosquitero oriental y de otros paseriformes como el prinia. Hay un temor en el observador de pájaros a que se escape el volátil antes de que pueda ser descubierto con los prismáticos, temor a no verlo bien y de que esa sea la única cita del viaje. ¿Y si sólo viera un borrón entre las ramas? Si no apareciera más durante la semana, ¿contaría como bimbo? Si no lo veía bien, ¿cuántas oportunidades más tendría a lo largo de mi vida de toparme de nuevo con aquella ave? Inocente de mí... Puedo adelantar que acabé más que satisfecho. Durante aquellos días fueron muchas las veces que se nos aparecieron los difíciles y nerviosos pajarillos, hasta que conseguí finalmente ver todas las especies en condiciones aceptables.

Archibebe claro (Tringa nebularia) y archibebe fino (Tringa stagnatilis).

Avefría espinosa (Vanellus spinosus).

Cuatro especies de hirundínidos juntas: avión zapador (Riparia riparia), golondrina común (Hirundo rustica), golondrina daurica (Cecropis daurica) y avión común (Delichon urbicum).

Polluela bastarda (Porzana parva). Paseó tranquilamente frente a nuestros prismáticos.

Un ave preciosa en directo pero de la cual no conseguí ninguna foto que me satisfacera: el pechiazul (Luscinia svecica).

Espátula común (Platalea leucorodia).

Avión isabel (Ptyonoprogne fuligula). Era difícil capturarlos con la cámara, pero a fuerza de dispararla decenas y decenas de veces conseguí alguna imagen decente.

Busardo ratonero de estepa (Buteo buteo vulpinus). Le tenía ganas a esta subespecie. La foto no tiene mucha calidad pero me gustó mucho el aspecto de este ejemplar tan característico por plumaje y por silueta.

Carricerín común (Acrocephalus schoenobaenus).

Bulbul árabe (Pycnonotus xanthopygos), ave agradecida: ruidosa, visible... y bonita.

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