Viaje al Atlántico: Canarias y Salvajes, parte 1.

En septiembre del 2010 dos ornitosectarios, Cristina y yo, volamos a Tenerife para explorar la isla y descubrir su fauna, su flora, sus paisajes, su geología y sus gentes. Es básicamente lo que solemos hacer en nuestros viajes: empaparnos de todo lo que podamos.

Dani se nos uniría unos días después para visitar con nosotros las islas Salvajes, un pequeño archipiélago situado entre Madeira y las Canarias.

Pero no adelantemos la crónica y centrémonos en Tenerife.

- ¿Sabías que es el aeropuerto más peligroso de Europa?

Eso fue lo que me dijo Cristina justo después de aterrizar en el norte de la isla. Iba a decírmelo antes pero prefirió esperar a tomar tierra, gesto de agradecer por su parte.

Además -y a pesar- de ser un destino de gran interés turístico, Tenerife es todavía hoy en día en algunos de sus parajes un paraíso natural. No deja de ser al fin y al cabo una isla de origen volcánico de la Macaronesia, con millas de indomable oceano a su alrededor. Una visita bien planificada de unas pocas jornadas nos permitirá descubrir aquí y allá, visitando un paisaje tras otro, pedacitos de la tremenda riqueza que debió atesorar no mucho tiempo atrás; nos podremos hacer una ligera idea de lo maravilloso que debió de ser este lugar en el pasado en términos faunísticos, botánicos, paisajísticos, geológicos...

Cristina y yo íbamos a intentar disfrutar de esa riqueza tanto como pudiéramos, y la isla no nos falló. A lo largo de este viaje viviríamos situaciones tan extraordinarias para unos habitantes del noreste de la península ibérica como la que ya nos tocó vivir en nuestras primeras horas en el archipiélago.

Llegamos el día 4 de septiembre, y aquella primera tarde, con un coche de alquiler, sin equipaje ni telescopios (extraviados por la compañía aérea, aunque pocas horas después lo recuperaríamos todo) pero con prismáticos, "a la vieja usanza", en un corto recorrido de algunos centenares de metros ya pudimos disfrutar de cinco especies de aves nuevas para nosotros: el vencejo unicolor (Apus unicolor), ave distribuida por la Macaronesia hasta Madeira, fue la primera en aparecer, sobrevolándonos en el mirador de Jardina, un buen oteadero no muy alejado de la población de La Laguna. Desde aquí se puede ya contemplar el Teide en la lejanía, y de noche (por la iluminación eléctrica) al sureste la vecina isla de Gran Canaria.

Vencejo unicolor (Apus unicolor)

Sin embargo debo confesar que lo primero que hicimos al salir del aeropuerto no fue disfrutar de la avifauna, si no de la gastronomía. En un bar cercano un bocadillo de carne mechada (desconocida para mí hasta aquel momento) sació mi hambre, una cerveza fría sofocó mi sed, y un café se encargó de ponerme las pilas para bimbar vencejos unicolores y lo que llegara.

Y los que llegaron al punto de mira de nuestros prismáticos casi inmediatamente después del vencejo fueron el herrerillo canario (Parus teneriffae), el mosquitero canario (Phylloscopus canariensis), el reyezuelo canario (Regulus teneriffae) y el propio canario (Serinus canaria), especies todas autóctonas de las Canarias. También observamos algunos pinzones comunes (Fringilla coelebs tintillon), bellísima subespecie propia del archipiélago.

Mosquitero canario (Phylloscopus canariensis)

Por supuesto, yo no hacía tantos bimbos seguidos desde nuestro viaje a Finlandia y Noruega en julio del 2007. Tras un atracón de aves tan hermosas y espectaculares no nos quedó más remedio que planificar una visita más calmada a la misma zona el día siguiente, con muchas más horas por delante. Tomamos nota de los puntos e itinerarios que seguiríamos y nos fuimos a descansar. Poco después, haciendo honor a las costumbres de la Ornitosecta, buscamos un restaurante en las cercanías para cenar. El escogido resultó ser uno argentino, "La casa de la abuela".

Vista del Teide al anochecer desde el mirador de Jardina.

Quiero aprovechar esta primera entrada en el blog sobre el viaje a Canarias y Salvajes para agradecer su ayuda a Néstor Pérez. Néstor es un estudiante de biología canario con el que me entrevisté en verano en la Facultat de Biologia de la Universidat de Barcelona. Sus consejos e indicaciones fueron utilísimos, imprescindibles de hecho para llevar a buen puerto nuestra expedición. Sirvan estas líneas como un sentido agradecimiento por su detallada información e inmensa voluntad de colaboración.

También quiero agradecer a Dani Valverde que compartiera conmigo su experiencia en un viaje previo, y a Javi Mendoza que me descubriera una interesantísima guía ornitológica sobre Tenerife. Los detallados mapas y datos que me proporcionaron fueron de una utilidad incalculable, y el complemento ideal para lograr todos los éxitos que, como se verá más adelante, obtuvimos.

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