Salamanca 2002: un curioso viaje por España (3ª parte y última). Apocalipsis del fin del mundo.

Bien, el trabajo estaba bastante acabado. Es decir, ya habíamos amortizado el viaje en cuanto a diversión y en cuanto a aves.

Pero estando tan relativamente cerca Monfragüe no nos costaba nada conducir hasta allí para buscar águila imperial y elanio azul.

Dicho y hecho, el 15 de agosto del 2002, tercer día de nuestro viaje, tras recoger todos los bártulos y desayunar de manera conveniente pusimos rumbo a Extremadura para intentar redondear la ya de por sí nutrida lista ornitológica. Antes de eso sin embargo hicimos una parada al sur de Salamanca, y dimos un pequeño paseo hasta la ermita de Miranda, en busca de más aves esteparias. Un macho de aguilucho cenizo, un mochuelo y dos jóvenes y un adulto de alcaudón meridional, entre otras cosas, fueron el interesante balance de la corta visita.

A las doce del mediodía estábamos en Monfragüe. Instalamos nuestra tienda en el cámping del mismo nombre. Buscamos un punto que nos pareció bueno, junto a una valla de la periferia. Más allá había unos campos con hiérbajos y algunos árboles, un lugar en el cual presumiblemente a primera hora de la mañana del día siguiente podríamos ver algunas aves.

Volvimos al coche para realizar la visita al parque. Durante la jornada, bajo un calor extremo, pudimos avistar varias cigüeñas negras, buitres leonados, alimoches, águilas culebreras y calzadas, milanos negros y reales, golondrinas dáuricas, un azor y un halcón peregrino, y otras muchas aves más (aunque no hubo suerte con el búho real).

Estuvimos en el Salto del Gitano, un mirador que parece creado para que los ornitólogos puedan disfrutar de los  buitres. Allí el río Tajo está flanqueado por altos acantilados que las rapaces aprovechan para nidificar.

Salto del Gitano


 Este aspecto teníamos en el 2002


A continuación expongo una fotografía de buitre negro. Obsérvese la poca calidad de la imagen. Junto con ésta, las fotos de águila culebrera y de golondrina dáurica que se ilustran más abajo están tomadas todavía con una cámara réflex, con el típico carrete de treinta y seis, lo normal aún en España en el año 2002. Aún no había llegado el boom de las cámaras digitales. Así y todo Carlos poseía una que pudo adquirir en un viaje anterior que realizó a Japón. Con esa cámara se tomaron el resto de fotos que acompañan esta entrada del blog.

Buitre negro (Aegypius monachus)



Visitamos también  el Puente del Cardenal, allí donde el río Tiétar se une al Tajo. Las aguas lucían verdes dotando al paisaje de una belleza espectacular. Desde aquel punto pudimos contemplar cigüeñas negras posadas en una pequeña isla, golondrinas dáuricas descansando en los árboles cercanos, y un zorro que exploraba la orilla del río en busca de algo que llevarse al estómago.

 Puente del Cardenal, construido en el siglo XV.


Confluencia de los ríos Tiétar y Tajo.


 Golondrinas dáuricas (Hirundo daurica)



Exploramos también las dehesas cercanas, pero con menos fortuna. Por desgracia buena parte del paisaje mostraba un aspecto semidesértico, con amplias zonas totalmente desforestadas y aterrazadas. En ellas se movían al descubierto sin embargo algunos ciervos, preguntándose tal vez dónde diablos se habría metido el bosque.

Recuerdo que lo pasamos muy mal con la temperatura. No llevábamos termómetro, pero posiblemente superó los cuarenta grados. Puesto que nos centramos en la búsqueda de aves, no fuimos conscientes de la sed que teníamos hasta que dimos por terminada la exploración y decidimos regresar al cámping. Al llegar nos fuimos directos a una máquina expendedora de refrescos y compramos un par de latas de Coca-cola. Creo que nunca, ni antes ni después, me había entrado tan bien en el cuerpo aquel líquido helado. Y creo que Carlos opina igual.

Hacia las nueve de la noche dimos por cerrada la jornada ornitológica. Cenamos y cuando llegó la noche nos fuimos a descansar. Poco imaginábamos que no lo íbamos a conseguir plenamente.

A cierta hora de la madrugada algo nos despertó. Al principio no supe que era, y Carlos tampoco. ¿Luces? ¿Ruido? Ruido. Mucho ruido. Un sonido extraño y ascendente, que al principio aún medio dormidos nos sorprendió, pero que en cuestión de segundos nos alarmó. El ruido se convirtió en estruendo, y una luz apareció tras la tela de la tienda. Ambos salimos corriendo al exterior, totalmente desorientados.

No había nadie de pie cerca de nosotros, nadie parecía alarmado. Ningún alma del cámping había abandonado su confortable lecho ante la aparición. Estábamos solos, y al parecer todo el mundo seguía durmiendo plácidamente. Eso no importaba ya. Frente a nosotros se alzaba el monstruo. ¿Era un avión estrellándose? ¿O era el fin del mundo, el apocalipsis final, que había llegado? Una jungla de luces sin sentido y tremendas explosiones nos rodeaba por doquier, no existía la noche, solo caos y destrucción. El ruido no se detenía. Era constante y tremendo, indomable, y no daba tregua. Parecía que mis oídos iban a explotar, puede que después de que lo hicieran mi cabeza o mi corazón.

Pero nuestra vista empezó a centrarse. Ahí había algo. Ahí había un orden. Nuestras mentes embotadas se sacudieron el aturdimiento y descubrieron algo. Los ruidos y las luces parecían provenir realmente de un único lado, no nos rodeaban por todas partes. En efecto, los destellos procedían de más allá de la valla del cámping, y además se movían con velocidad en un único sentido. Concretamente de izquierda a derecha. Finalmente lo vimos.

- ¡Un tren! -gritó una voz.

- ¡Un puto tren! -respondió otra.

Eran las nuestras. Nuestras voces indignadas, aliviadas por un lado ante la revelación, pero alteradas todavía por el enorme susto.  ¿De dónde demonios había salido aquel engendro de metal? Cuando plantamos la tienda el día anterior no vimos nada. Solo campos y árboles. ¿Habían construido las vías a medida que se acercaba el tren? Aún pensaba en aquella estupidez cuando ya el convoy se perdía en la lejanía, llevándose con él los truenos de la tormenta mecánica.

Todo se calmó. Incluidos, aunque nos parecía increíble, nuestro corazones desbocados. Regresamos a la tienda todavía alucinados y reconciliamos el sueño sin problemas hasta la mañana siguiente. Estábamos impacientes por poder contemplar el lugar a plena luz del día. Comprobar si había allí una vía o solo campo. Tal vez unos hombres silenciosos estaban retirando ya las vías tras el paso del tren mientras, lejos ya de aquí, otros iban colocándolas frente a la locomotora...

La mañana llegó. El día era hemoso. Nos desperezamos y contemplamos unos bonitos rabilargos que se alimentaban en los campos cercanos. También había raíles. Por increíble que parezca, no los habíamos visto el día anterior. Pero allí estaban. Comprendimos también entonces por qué aquel lado del cámping no estaba tan saturado de tiendas como el resto.

La lección del día es ésta: no durmáis junto a las vías de un tren. El ruido puede resultar ligeramente molesto.

Pero toca hablar de aves. A la movida noche le siguió un calmado día. Las indicaciones  de los entendidos del lugar nos llevaron a la carretera que descendía desde Monfragüe hasta el pueblo de Torrejón el Rubio y que enfilaba hacia Cáceres. Allí, nos dijeron, veríamos águilas imperiales con facilidad. Y así fue. Un precioso adulto cicleaba frente a nosotros, con la pausa suficiente como para que pudiéramos enfocarlo con el telescopio, observarlo a placer y maravillarnos con el blanco del borde de ataque de sus alas. Otros ejemplares descansaban en posaderos a mucha más distancia, y se vislumbraban lo que parecían enormes nidos. Pero por razones de seguridad no entraré en detalles descriptivos ni de ubicación: el águila imperial (Aquila adalberti), tiene el triste honor de ser la rapaz más amenazada del planeta, con solo unos pocos cientos de ejemplares en la península ibérica. Los únicos que quedan.

Le tocaba el turno al elanio azul (Elanus caeruleus). Iniciamos su búsqueda pero no hubo suerte en aquella ocasión. Exploramos los campos con insistencia pero no se dignó aparecer. Avanzamos bastantes kilómetros en dirección a Cáceres, hasta que nos vimos rodeados únicamente por paisajes cerealistas. En todo ese tramo no se mostró la bella rapaz, y tuvimos que conformarnos con una hermosa culebrera posada junto a la carretera, que no era poca cosa.

Águila culebrera (Circaetus gallicus)


No lo sabía entonces, pero un par de años después disfruté del elanio azul en unas circunstancias mucho más envidiables, las que yo llamo del "bimbo perfecto": primera contemplación en la vida, aparición inesperada, identificación indudable, fotografía, y a la postre lo más importante, el disfrute de la observación del ave. Ocurrió en la comarca del Maresme en plena migración otoñal, pero eso es otra historia.

La que nos concierne ahora terminó con un regreso a Barcelona aquel mismo día. Recorrimos el país con nuestro coche con la sensación de haber aprovechado bien el tiempo y de haber cumplido las expectativas. No entraré en detalles porque no ocurrió nada más a destacar en aquella jornada. Aunque ya era difícil que pasara durante el camino de retorno algo que eclipsara ni siquiera parcialmente el que sin duda fue uno de los viajes más fructíferos y divertidos que he vivido, y de los que recuerdo con más cariño.

Comentarios

  1. Lo que me he llegado a reir con la parte del Apocalipsis ferroviario :)
    Que recuerdos más guapos, ahora nos reimos pero la verdad es que estábamos acojonados pensando que era un camión o algo que se había salido de la carretera y venía directamente hacia nosotros y nos iba a arrollar.
    Otro recuerdo muy vívido que me quedó también fue el del Salto del Gitano y sus increíbles vistas de los buitres volando a solo unos metros por encima de nuestra cabezas y en la pared al otro lado del acantilado.
    Por cierto, que seriotes estamos en la foto, supongo que nos daba el Sol de cara y por eso estamos ceñudos.
    Bueno Jordi, gracias por hacerme revivir todos esos agradables, cómicos y terroríficos momentos que nos acompañaron durante aquel hermoso viaje y que dejaron huella en mi.
    Gracias, amigo.

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    1. Ei, qué velocidad en leer y comentar!! Gracias a ti por acompañarme, no creo que hubiese ido yo solo. Me alegro de que te haya gustado la crónica.
      Lo de seriotes, sí, puede que fuera por el sol, o igual simplemente nos pusimos serios de cara a la posteridad, para que pareciéramos dos adultos responsables. XD
      Un abrazo.

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  2. ...traigo
    ecos
    de
    la
    tarde
    callada
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
    ramillete
    de
    oro
    y
    claveles
    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    COMPARTIENDO ILUSION
    JORDI

    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesía...




    ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE DJANGO, MASTER AND COMMANDER, LEYENDAS DE PASIÓN, BAILANDO CON LOBOS, THE ARTIST, TITANIC…

    José
    Ramón...


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  3. ¡Gracias José Ramón!
    Bienvenido seas.

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