Brasil 2017, novena parte: hacia Jaraguá do Sul

18 de agosto del 2017.

Soy consciente de mi lentitud escribiendo crónicas. Han pasado casi dos años desde el viaje a Brasil y aquí sigo, añadiendo entradas en el blog. Tendré que acelerar un poco.

Llegó el día más aburrido del viaje. Teníamos que recorrer 800 kilómetros en coche en una sola jornada, siempre en dirección Este, desde Foz de Iguazú, situado en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, hasta Jaraguá do Sul, población que se encuentra a unos pocos kilómetros de la costa atlántica.

Recorrimos aquella distancia de día, tras desayunar, y pude observar unas pocas especies de aves. Pero no hay mucho que explicar. La mayoría de avistamientos los hice desde dentro del coche, en movimiento, y no los pude identificar.

Quizá lo más destacable fue que hice un bimbo. Cuando llevábamos pocos kilómetros recorridos pude ver fugazmente a través de los cristales dos ejemplares en vuelo de cernícalo americano (Falco sparverius), única observación del viaje y uno de esos bimbos "mal hechos" que ocurren de vez en cuando (y de manera habitual en aquellos días en Brasil). Quiero decir que cuando ves una especie de ave por primera vez siempre esperas poder disfrutarla. Al menos ése es uno de mis temores principales cuando veo aves: toparme con algo nuevo y no poder fotografiarlo ni verlo bien. La especie queda identificada y se puede añadir a la lista, pero es casi como si no la hubiera visto. Más doloroso es cuando cabe la posibilidad de que sea la única observación de toda tu vida.

No hay mucho más que contar. Cerca de Cascavel hicimos una de las pocas paradas. Esto me permitió observar casi a placer dos ejemplares de una rapaz que comenzaba a serme sospechosamente conocida. Seguí el modus operandi habitual del viaje: sacar la cámara y esperar a una mejor ocasión para identificarla. El ave resultó ser el muy común busardo caminero (Rupornis magnirostris) que, como ya indiqué en otra entrada del blog, se denomina en inglés de una manera muy adecuada: Roadside Hawk, la rapaz que vive junto a las carreteras.











Una de las cosas que me llamó especialmente la atención en Brasil fue la gran presencia de la religión: muchas iglesias de varios tipos y muchos negocios con nombres religiosos. Como ejemplo, la papelería que se anunciaba en el autocar de la foto.




Como ya he dicho, apenas nos detuvimos durante aquella jornada. Para mi desesperación, no paramos ni cuando una enorme rapaz surcó el cielo. Pude realizar un par de fotos testimoniales que no sirvieron para nada. Se trataba de un gran ave, mayor y más lenta que Coragyps atratus (nuestro querido urubu de cabeça preta, especie a la que le habíamos tomado cariño), pero la mala calidad de las imágenes impide su identificación.



La rapaz la vi en unas altiplanicies que atravesaba la carretera. Allí había también vencejos, pero tampoco pude identificarlos, ni a ellos ni a las numerosas palomas que cruzaban por las carreteras, ni a muchas aves negras que poblaban los cables y que me recordaban a los estorninos.

Finalmente, ya de noche, llegamos a Jaraguá do Sul, donde nos acogieron las encantadoras Karin y Kelley. Tantos kilómetros de asfalto nos habían dejado agotados, y aceptamos con gusto hundirnos en los mullidos colchones que nos ofrecieron.


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