Turdus pilaris en el Pla de Reixac

El Pla de Reixac (Barcelona) me sigue dando alegrías. El 19 de diciembre mientras realizaba un fallido censo del SOCC (Seguiment d'Ocells Comuns de Catalunya, fallido porque había demasiada niebla en el primer kilómetro, así que repetí el censo el día 30) tuve la fortuna de toparme con un zorzal real (Turdus pilaris), un invernante muy poco frecuente.

El ave llegó volando hasta ocultarse en un arbusto. Tuve que mirar con prismáticos en una posición muy incómoda, mientras aguantaba con el cuerpo el telescopio y el trípode para que no se fueran al suelo, ya que una de las patas se había aflojado justo en aquel momento. Observé al recién llegado y comprobé que a pesar de las sombras de las ramas podía entrever el aspecto típico de esta especie, con la brida oscura. Aparté los prismáticos y mientras seguía haciendo equilibrismos conseguí algunas fotografías testimoniales.

Me sentía muy alegre, esto no se veía todos los días. Enfoqué el telescopio como pude y aún me pregunto como conseguí ver algo, más teniendo en cuenta el pésimo pulso que tengo.

Yo ya me sentía sobradamente satisfecho con la observación, pero como digo a menudo, los animales me quieren: para mi decepción el zorzal real alzó el vuelo; para mi regocijo, decidió posarse en un posadero inmejorable, en lo alto de un árbol, contra cielo azul e iluminado por el sol.

Se convirtió en la especie número 119 que he detectado en el Pla de Reixac en los dos años que llevo visitándolo.

Finalmente se despidió de mí y voló. Mientras yo me relajaba contemplando el paisaje con una sonrisa de oreja a oreja, llegó la guinda final con un mosquitero común (Phylloscopus collybita) que decidió dejar de ser por unos instantes esa avecilla nerviosa e infotografiable que acostumbra a ser. Posó para mí en una ramita cercana en las más diversas posturas, y esto me permitió comprobar que tenía una pata dañada, lo cual no le impedía, al parecer, alimentarse con toda la parsimonia del mundo.