Arcachon: en busca de la Pagophila eburnea (primera parte)

El 28 de febrero de este año 2009 Cristina y un servidor (Jordi) decidimos hacernos en coche 700 km de ida y 700 de vuelta para intentar ver una gaviota marfil (Pagophila eburnea).

Este ejemplar de Pagophila llevaba semanas viéndose en un pueblecito de la costa atlántica francesa.

La primera noticia que tuvimos de su presencia fue el domingo anterior cuando, estando Cristina y yo pajareando en los Aiguamolls de l'Empordà (bueno, en realidad en aquel momento estábamos en un buen restaurante cercano al parque dándole al papeo...), decía, estábamos Cristina y yo en los Aiguamolls dándole parte vía sms a Dani (que no había podido acompañarnos) de lo que habíamos visto cuando él mismo nos habló del avistamiento de la gaviota en Arcachon.

Al principio parecía una locura, pero a lo largo de esa semana (del lunes 23 al sábado 28 de febrero) estuve vigilando webs de ornitología francesas. El viernes 27 Cristina y yo (Dani tampoco podía acompañarnos) descartamos ir. El sábado 28 cambiamos de opinión y decidimos marcharnos.

Mi sobrino Adrián quiso acompañarnos y fue bienvenido. Tiene 12 años y ya apunta buenas maneras de ornitólogo.

Cristina trabajaba hasta las ocho de la tarde ese sábado. El plan era recogerla en coche con Adrián, irnos los tres hacia la casa de ella para que recogiera su equipaje y salir pitando hacia Francia. El domingo buscaríamos la gaviota, y a priori la intención sería estar de vuelta el lunes para que yo pudiera trabajar (Cristina tenía fiesta). Un plan loco y arriesgado (un gasto económico y físico considerable sin garantías de ver la Pagophila) pero así y todo lo hicimos.

Estrené con este viaje el GPS del coche y lo cierto es que nos fue de perlas. Tengo tendencia a perderme conduciendo, y si no fuera por esa pequeña maravilla tecnológica posiblemente habríamos acabado bimbando cascanueces en Alemania.

Llegamos al territorio de Arcachon a primera hora de la mañana del domingo, ya día 1 de marzo, y los primeros vistazos al paisaje ya daban a entender que la cosa prometía mucho.

Jamás olvidaré la emoción al encontrar los criaderos de ostras y ver los grupos de gaviotas de varias especies que volaban bajas y descansaban en los cables cercanos. Olía a bimbo. La energía de la ornitosecta era palpable, creo que hasta resplandecíamos un poco...

El lugar concreto en el que debíamos buscar la Pagophila era el puerto de Larros, en el pueblecito de Gujan-Mestras.

Nada más llegar encontramos una pareja de ornitólogos que nos informaron de que hacía un par de días que no se la veía.

Sin embargo no caímos en el desánimo, ya que apenas cinco minutos después pudimos bimbar a placer gaviota de Delaware (Larus delawarensis). Se trataba de un adulto que se movía por el criadero de ostras en compañía de Larus canus, L. ridibundus, L. fuscus, L. argentatus y L. michahellis. Un lujo poder disfrutar de tantas especies juntas y a tan poca distancia.

Larus delawarensis:

Larus argentatus:

Más tarde bimbamos barnacla carinegra (Branta bernicla), especie que se dejaba ver a ratos en la bahía, a veces en grupos de algunas decenas de ejemplares. Cristina pudo añadir además otro bimbo particular a su lista: correlimos gordo (Calidris canutus).

Branta bernicla bernicla:

Pasamos la mañana escudriñando la zona, pero no hubo suerte con la Pagophila, ni tampoco con las Larus glaucoides (incluida alguna kumlieni) las cuales sí sabíamos que se hallaban presentes. Pero lo dicho, no hubo suerte.

La tarde del domingo decidimos pasarla en la reserva natural de Le Teich. Allí pudimos observar auténticos cisnes salvajes (Cygnus olor) en su zona de cría, espectaculares como no podría imaginarse, además de alguna que otra sorpresa como Branta canadiensis (¡bimbo!). Esta barnacla nos apareció en medio del camino, de manera muy confiada, y dudamos de su origen salvaje. Iba acompañada de dos ánsares comunes (Anser anser) también confiados. Sin embargo en el centro de información nos confirmaron que la barnacla era salvaje: había llegado tiempo atrás y al parecer no recuerdo por qué problema no llegó a irse nunca (¿estaba herida?) y ahora se acerca a los humanos buscando alimento (y encontrándolo).

Cygnus olor:

Branta canadiensis:

Otra ave de aquella tarde fue un Picus viridis que no pudimos/quisimos dar como bimbo al no poder observarlo bien (de hecho es peor de lo que cuento, ya que yo sí vi al ave a través del telescopio, pero en aquel momento no recordaba la actual diferenciación entre el taxon viridis/sharpei y no me fijé en si tenía o no la cara negra).

Por la noche, tras sufrir primero para encontrar una gasolinera antes de que se agotara el poquísimo combustible que quedaba, y sufrir después buscando un lugar abierto donde nos dieran de cenar (¡ehhh, esa pizzería que nos salvó la vida!) acabamos encontrando un bosquecito tranquilo atravesado por una pista forestal en el cual decidimos pasar la noche. Allí pude comprobar una vez más lo mal que se duerme en un coche. También pudimos comprobar que de madrugada hacía un frío que pelaba.

Pero conseguimos descansar y recobrar fuerzas para afrontar la siguiente jornada, la cual se explicará en una próxima entrada del blog.

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